“Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado” (Salmos 100:3).
LA RESTAURACIÓN
Aunque los efectos del pecado fueron profundos y generalizados, nuestra suerte no es irreversible. La Biblia habla de la posibilidad de renovación y restauración de la imagen de Dios en nosotros.
Lee Romanos 8:29; 2 Corintios 3:18; y Efesios 4:23, 24. ¿Qué esperanza presentan?
La Biblia sustenta la esperanza de ser hechos de nuevo a imagen de Dios. A la renovación de esa imagen en la humanidad, la acompaña una reducción de los efectos que el pecado tuvo sobre nosotros y nuestras relaciones. Pero esto no resulta de esfuerzos humanos. Cristo es la base de la esperanza de la renovación humana; y todo cambio que se produzca en nuestra vida y la esperanza de salvación descansa sobre lo que Cristo realizó por nosotros, basado en su justicia, no en la nuestra.
¿De qué modo 2 Corintios 5:17 se relaciona con la recreación del hombre a imagen de Dios? El ser una nueva criatura, ¿pone a la persona fuera del alcance del pecado y de sus efectos? ¿Qué te dice tu propia experiencia?
La Escritura enseña que, para lograr la renovación espiritual, entramos en una guerra espiritual entre la carne y el espíritu (Gálatas 5:16, 17). Los que se están renovando a imagen de Dios encuentran que esta guerra es la realidad de la experiencia humana, aceptan el desafío y se ponen del lado de Dios en la gran controversia (Efesios 6:10-13). Escribiendo acerca de quienes han experimentado el poder renovador de Cristo, Elena de White nota: "Habiendo alcanzado esta experiencia, el cristiano no debe cruzarse de brazos, conforme con lo que ha logrado. El que se haya decidido a entrar en el reino espiritual descubrirá que todos los poderes y las pasiones de la naturaleza no regenerada, respaldados por las fuerzas del reino de las tinieblas, están preparados para atacarlo. Cada día debe renovar su consagración, cada día debe batallar contra el pecado. Los antiguos hábitos, las tendencias hereditarias hacia el mal, se disputarán el dominio, y contra ellos debe velar siempre, apoyándose en el poder de Cristo para obtener la victoria" (HAp 393).