Pablo y la Tradición

22 septiembre, 2012

Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo. (Colosenses 2:8)

¿Cómo se entendía y cómo se consideraba la tradición en los tiempos de Pablo y Tesalónica?

            Jesús había contrapuesto las tradiciones judías y la palabra de Dios (Mat. 15:6) y prohibió a sus discípulos que imitaran a los rabinos (Mat. 23:8-10), y aún así Pablo alaba a los corintios por mantener las tradiciones que les había entregado (1Co. 11:2) y exhorta a los tesalonicenses a que mantengas las tradiciones que se les había enseñado (2Ts. 2:15).

En la primera lección de este trimestre estudiamos que el evangelio llegó a Tesalónica. ¿Cómo llegó el evangelio? Aunque en nuestro tiempo, por lo general, la palabra tradición posee un matiz negativo, en los tiempos del Nuevo Testamento no era así. La tradición representaba la memoria en la iglesia, de los dichos y las acciones de Jesús (Mateo 7: 24-27; Juan 3:18-21), y también incluía las enseñanzas orales y los escritos de los apóstoles. La tradición, como la entendieron los primeros cristianos, actuaba casi de la misma manera que las Escrituras.

Para los de Tesalónica, la tradición incluía más que las Cartas de Pablo; comprendía todo lo que el había enseñado cuando estuvo con ellos. El interés de Pablo es que los de Tesalónica se aferren de las tradiciones que han aprendido por Carta y por la palabra hablada (2 Tesalonicenses 2:15) [1]

Así pues, Pablo incluye dos cosas en la tradición trasmitida oralmente desde los primeros apóstoles: las buenas nuevas de salvación en Cristo y un fragmento de tradición de la vida de Jesús que se abrió camino hasta los evangelios.

La tradición oral evangélica es completamente diferente a la tradición judía. Recibir la tradición evangélica no significa simplemente aceptar la veracidad de un relato de hechos históricos ciertos. Recibir la tradición significa recibir a Cristo (Col.2:6). En la voz de la tradición, se escucha la voz de Dios mismo; y por medio de esta voz, Él está presente y activo en la iglesia (1Tes. 2:13). Así pues, la tradición cristiana no es una simple instrucción transmitida, como la tradición oral judía, de un maestro a otro.

La tradición se origina en Jesús mismo (1Cor. 11:23); y en los testigos oculares (1Cor. 15:1) y habla a la iglesia por medio de ella. La tradición que Pablo recibió de los hombres procede de Jesús y es también la palabra del Señor exaltado a Pablo. Lo que se recibe como tradición, también es el evangelio (Ef. 1:13; Col. 1:5).

Finalmente, entre las funciones apostólicas primarias están no sólo la propagación de la tradición, sino también su preservación de la corrupción con tradiciones humanas (Col. 2:8), y de la distorsión de falsos apóstoles que predican un Jesús diferente al de la tradición apostólica (2Cor. 11:3-5). La tradición no se puede cambiar pero se puede ampliar. Por parte, Pablo rechazo  cualquier mensaje que difiera de la tradición aceptada, aunque lo propague un apóstol (Gá. 1.8-9).


[1] Jon Paulien, Cartas a los Tesalonicenses. México: Gema Editores, 2011. Pág. 300

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