El testimonio y el servicio
Ismael Castillo
En las semanas pasadas me gocé con el privilegio de tener a mis seis nietos en casa. Dos de ellos que viven lejos vinieron a pasar un mes con nosotros y los otros cuatro, que tengo cerca, se reunían todos los días en casa para estar todos juntos.
Son todos niños. Oscilan entre los 14 y los 3 años y medio de edad.
El encuentro inicial fue todo un acontecimiento. Expresiones de alegría, conversaciones llenas de entusiasmo, manifestaciones de cortesía, invitaciones a jugar… un verdadero escenario de amor y de espíritu de compartir todo lo propio.
Después de unos días dentro de la casa, mis nietos comenzaron a notar que ellos mismos no estaban siempre de buen humor, que ya se habían cansado de compartir y que nos les compartieran, que uno de ellos siempre quería ganar, que otro los miraba mal… Así, los momentos de alegría desembocaron en pleitos.
Y sorpresivamente apareció el remedio.
Una de sus tías vino a invitarlos para que la acompañaran para ayudarle como asistentes en la Escuela Bíblica de Vacaciones (Curso de Cultura Cristiana) que ella estaba coordinando en un barrio de la ciudad. Los niños que asistían no estaban familiarizados con las historias bíblicas, así que mis nietos iban a ayudar contando las historias bíblicas y orientando en las actividades manuales.
Regresaron muy entusiasmados después de la primera noche, haciendo planes para el día siguiente.
Durante el día, hablaban de sus actividades en la “escuelita”, de los desafíos para mantener el orden y la obediencia de los niños que asistían y de lo que iban a hacer en la tarde cuando fueran otra vez a ayudar.
Ocurrió un verdadero milagro. De repente, comenzamos a notar menos pleitos, más compañerismo, más conversaciones entusiastas con respecto a ayudar, más planes de compartir, más prácticas para hacer bien las cosas en la “escuelita”. Era muy interesante escuchar lo que ellos compartían acerca de sus experiencias al tratar con niños que según ellos eran desobedientes y desordenados…
El servicio, la necesidad de dar un buen testimonio y la oportunidad de compartir transformaron el ambiente en la casa. Los nietos dejaron de estar centrados en sí mismos y al pensar en cómo ayudar a los demás, se ayudaban más entre ellos.
Sí, las experiencias de buen testimonio, de servicio y de compartir, conforman un escenario para que un grupo goce del compañerismo y se una más.
La Guía de Estudio de la Escuela Sabática de esta semana propone una vida de testimonio y servicio, pero no lograremos nada si no decidimos adoptar un proyecto de servicio y testimonio. Lo podemos hacer con personas alrededor de nuestro propio círculo, en nuestra propia comunidad, o tomando un proyecto en una colonia que necesita nuestra ayuda, o un proyecto en otra ciudad, o un proyecto de apoyo a las misiones.
“La testificación es la suave brisa que aviva las chispas del reavivamiento hasta que sean llamas pentecostales. Cuando la testificación y el servicio no acompañan a un reavivamiento de la oración y el estudio de la Biblia, las llamas del reavivamiento se extinguen, y las brasas pronto se enfriarán.” Guía de Estudio de la Escuela Sabática (nota final de la sección del miércoles 24 de julio de 2013).
“En su sabiduría, el Señor pone a los que buscan la verdad en relación con semejantes suyos que conocen la verdad. Es el plan del Cielo que los que han recibido la luz la impartan a los que están todavía en tinieblas.” Hechos de los Apóstoles, pág. 110.
“Dios podría haber alcanzado su objeto de salvar a los pecadores sin nuestra ayuda: pero, a fin de que podamos desarrollar un carácter como el de Cristo, debemos participar en su obra. A fin de entrar en su gozo –el gozo de ver almas redimidas por su sacrificio-, debemos participar de sus labores a favor de su redención.” El Deseado de todas las gentes, pág. 116.
Entonces, es el momento de definir en nuestra clase de Escuela Sabática nuestro proyecto de testimonio y servicio para este trimestre. El reavivamiento es más que el conocimiento que proviene del estudio y la confianza que proviene de la oración. El reavivamiento se mantiene cuando nos comprometemos con la misión de Cristo.