La canasta y el florero
Adolfo Ruiz
Hay dos cosas que disfruto sobremanera, éstas son: visitar un mercado de frutas y un mercado de flores; estos sitios están llenos de colores, aromas y formas, de tal suerte que ambos lugares son un deleite para los sentidos.
De estos mercados tomamos lo que nos gusta y lo llevamos. Ya en casa, colocamos lo comprado en una canasta o en un florero, ¡entonces se hace el milagro!, nuestra casa se inunda de aromas, colores, formas y sabores. Todos en casa, aun los que nos visitan, disfrutan de ese arcoíris de colores y fragancias.
Y así, llega el momento en que te diriges a la canasta y tomas un mango o una tajada de sandía, hincas tus dientes en la jugosa pulpa. Mientras disfrutas aromas y sabores, necesariamente piensas en los enormes esfuerzos que están detrás de ese fruto: tierra, sol, lluvia, semilla, trabajos, cuidados, esfuerzos, espera y finalmente el corte o la pizca; nada de eso es obra de la casualidad.
Vivir y andar en el Espíritu implica dejar que el Espíritu Santo trabaje en nuestra vida. Es permitir que se apodere de ella; que nos nutra, nos pode, nos cuide, nos mueva, nos motive, nos dirija, nos perfeccione...
Hay en mi casa, no una, sino varias canastas llenas de color, aroma y sabor; canastas que dependiendo de la estación del año y de qué tan lejos o cerca estemos de la quincena, abundan en papaya, melón, mango, plátano, sandía, manzana, pera, durazno, jícama, aguacate, tomate, coco, cebolla, caña, uvas y elotes; el fruto de la tierra.
¿Qué te parece saber que en tu interior tienes una canasta llena de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio? Es como tener un botiquín de primeros auxilios integrado. Ante cualquier situación de la vida diaria, el Espíritu Santo pone a tu disposición su fruto; ¿te provocan? Mansedumbre, ¿dolor? Paciencia, ¿tribulaciones? Gozo, ¿tentación? Fidelidad, ¿oportunidades de servicio? Benignidad, ¿violencia? Paz.
Todo un arsenal de soluciones, herramientas de salvación, los ejes del evangelio para ti y los que te rodean; si nuestra vida es rica en el fruto del Espíritu, entonces podemos decir: "úsame Señor." "¿Señor, qué quieres que haga?" o "en tu nombre lo haré, Señor."
Cuando andas en el Espíritu, te transformas en un agente de cambio, una solución a miles de problemas, una puerta o ventana de oportunidad. Precisamente ese es el plan de Cristo para tu vida.