"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2:9).

Jesús, nuestro sumo sacerdote

jueves 28 de abril, 2011

"Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Hebreos 4:14, 15). ¿Qué esperanza y promesa encuentras aquí que puedes aplicar en tu propia vida y en tus luchas con la tentación?

Siendo que Cristo reside hoy como nuestro Sacerdote en el Santuario celestial, en un sentido él viste el pectoral sobre su corazón. Y, siendo que él está "viviendo siempre para interceder" (Hebreos 7:25) por nosotros, deberíamos encontrar consuelo al saber que nuestro Sumo Sacerdote se emociona con nuestros problemas, dolores y tentaciones. Al igual que Aarón, Jesús ha sido un ser humano que conoció las pruebas y las tentaciones de la humanidad; a diferencia de Aarón, Jesús fue "sin pecado", y por ello podemos reclamar dos promesas maravillosas: 1) el manto de su justicia puede ser nuestro por fe, y así sabemos que somos perfectos ante Dios; y 2) podemos tener el poder para vencer las tentaciones así como Jesús lo hizo.

Lee Hebreos 8:10 al 13. ¿Qué promesas hay aquí para nosotros, y cómo esas promesas afectan nuestras vidas?

Vemos ambos aspectos de la salvación en Cristo y el hecho de estar cubiertos por su justicia. Cuán maravillosa es la promesa de que dice: "[...] nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades" (vers. 12). Está hablando acerca de quienes, por la fe, se han entregado a Jesús y han reclamado sus promesas del Nuevo Pacto, quienes tienen sus leyes escritas en sus corazones y las obedecen, no para alcanzar la salvación sino porque ya la tienen. Vestidos con el manto de su justicia, viven ahora la justicia en sus propias vidas. Ese es el corazón y el alma del Nuevo Pacto.