"Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo  produce muerte" (2 Corintios 7:10).

Un silbo apacible

domingo 1 de mayo, 2011

La vida de Elías, registrada en 1 y 2 Reyes, incluye casos en que valientemente afrontó reyes y sus amenazas de muerte. Sin embargo, hubo  una excepción  notable: la ocasión cuando, asustado por las amenazas de una reina malvada,  escapó por su vida.

En 1 Reyes 18, hizo descender fuego del cielo sobre el monte Carmelo, hizo matar a los profetas de Baal y advirtió a Acab de la lluvia que se aproximaba. El poder de Dios vino sobre él y, después de que se ciñó su manto con su cinturón, corrió delante de Acab los 36 km que distaba Jezreel.En el capítulo siguiente, sin embargo, el mismo hombre de Dios aparece en otra posición.
 
Lee 1 Reyes 19:1 al 4. ¿Qué lecciones podemos obtener de este pasaje con respecto a que, no importa cuál haya sido nuestra relación con Dios antes, no importa cuán grandes triunfos de fe hayamos experimentado,  ninguno de nosotros es inmune a tener bajones espirituales?
 
 
Sin embargo, Dios no había terminado con Elías, ni siquiera después de su oración más bien desesperada y algo patética. Todavía le dio sólidas evidencias de su amor por él y de su interés en su vida.
 
Lee 1 Reyes 19:5 al 19. ¿Cuál es el significado de que Elías haya envuelto su rostro en el manto?
 
 
Es fascinante el hecho de que, aunque Elías sintió un fuerte viento, un terremoto y un fuego, ninguna de esas cosas le hizo cubrirse el rostro con el manto. Fue solo la presencia de Dios, en "el silbo apacible y delicado", lo que motivó esa reacción: una respuesta de temor, respeto y protección propia.
 
Lo que Elías necesitaba aprender era que, por poderosas y activas que fueran esas fuerzas, en sí mismas no retrataban un cuadro real del Espíritu de Dios. Elías oyó la voz de Dios en una tranquila y sutil forma que le dijo lo que debía hacer, y él obedeció a esa voz.
 
¿Cómo podemos aprender a reconocer la voz de Dios, que nos habla? Más importante todavía es la siguiente pregunta: ¿Obedeces lo que escuchas o apagas ese "silbo apacible y delicado" que te habla al alma? ¿Qué te dice tu respuesta de ti mismo?