"Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo" (Génesis 28:16, 17).
LA ADORACIÓN EN EL EDÉN
Génesis 1 registra la historia de Adán y Eva en su flamante hogar. El Creador del universo acababa de diseñar y crear un hermoso planeta nuevo, coronando su obra con la creación de la primera familia. El mundo salió perfecto de sus manos; y, de algún modo, la Tierra debio haber sido una extensión del cielo.
Génesis 2:1 al 3 añade luego otro elemento: la separación divina y la santificación del séptimo dia, un acto ligado directamente a la obra divina de crear los cielos y la Tierra, acto que es el fundamento del cuarto Mandamiento2 un dia puesto aparte para la adoración de una manera especial. Aunque las Escrituras no lo dicen, podemos imaginar la clase de adoración que estos seres sin pecado, en la perfección de la creacion, rindieron a su Hacedor, quien había hecho tanto para ellos. (No sabían, en ese momento, cuánto terminaría haciendo Dios por ellos.)
Lee la trágica historia de la caída, en Génesis 3:1 al 13. ¿Qué cambios ocurrieron entonces en la relación de Adán con su Creador? (vers. 8-10). ¿De qué modo respondió Adán a las preguntas que el le hizo? (vers. 11-13). ¿Qué revelan sus respuestas acerca de lo que le había sucedido a él?
Después de la caida aparecieron, de repente, muchos elementos que no estaban allí antes. Del mismo modo, en un momento de desobediencia, cambió toda la trama moral de estos seres. En lugar de amar, confiar y adorar, sus corazones ahora estaban llenos de temor, culpa y vergüenza. En lugar de desear la santa Presencia, se escondieron de Dios. Para Adán y Eva, su relación con Dios, que seguramente impactaba por su adoración, había sido destrozada. La estrecha e íntima comunión con Dios que habian gozado antes (Génesis 3:8) tomaba ahora una forma distinta. De hecho, cuando Dios vino a ellos, ellos "se escondieron" de su presencia. Tan llenos estaban de vergüenza, culpa y aun temor que huyeron de aquel que los habia creado.
Esta es una imagen poderosa de lo que hizo el pecado, y todavía sigue haciendo.
Piensa en los momentos de tu vida cuando alguna experiencia, tal vez algún pecado, te hizo sentir culpa, vergüenza y el deseo de esconderte de Dios. ¿Cómo afectó esto tu vida de oración? ¿Qué hizo con tu capacidad de adorar a Dios con todo tu corazón? No fue un sentimiento agradable, ¿verdad?