"¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen
de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dul-
ce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de
los que son prudentes delante de sí mismos" (Isaias 5:20, 21).
BIENAVENTURADO ERES, ¡OH, ISRAEL!
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Levítico 9; 10:1-11; Deuteronomio 33:26-29; 1 Samuel 1; 15:22, 23; Apocalipsis 20:9.
LAS CULTURAS QUE SE CENTRAN en la individualidad olvidan fácilmente cuál es el objeto de toda adoración: la acción de Dios en la historia. La adoración auténtica debe ser la respuesta del cristiano a los poderosos actos de Dios, tanto en la creación como en la redención (el motivo del mensaje del primer ángel). La verdadera adoración es nuestra respuesta al amor de Dios y no solo impacta lo que hacemos el sábado en la iglesia, sino también debe saturar todas las áreas de nuestra vida.
En nuestro deseo de ser relevantes, es fácil cambiar el foco de la adoración y dirigirlo a nosotros, a nuestras necesidades y deseos. Y, aunque la adoración debe darnos satisfacción personal, el peligro está en cómo buscamos experimentarla. Encontramos verdadera satisfacción solamente en Dios, quien nos creó y nos redimió.
Esta semana consideraremos lecciones acerca de la verdadera adoración que aprendemos de la historia de Israel, tanto de las cosas buenas que les sucedieron, como de las malas.