"¿Y quién proclamará lo venidero, lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles lo que viene, y lo que está por venir" Isaías 44:7.

NO MÁS VANAS OFRENDAS

martes 23 de agosto, 2011

Es fácil olvidar que muchos de los escritos de los profetas del Antiguo Testamento fueron advertencias y amonestaciones al pueblo del Pacto de Dios, a los que eran su “verdadera iglesia”. Ellos profesaban seguir al verdadero Dios, tenían una comprensión básica de las verdades bíblicas (más que sus vecinos paganos), y sabían qué debían decir y hacer en la adoración. No obstante, todo esto no era suficiente ni por lejos.

Lee Isaías 1:11 al 15. ¿Cómo entendemos que Dios, que instituyó todos estos servicios, les estuviera diciendo esto?

Realmente, la respuesta se encuentra en los versículos que siguen (Isaías 1:16-18), y es casi similar a lo que vimos acerca de Miqueas. No hay dudas, la iglesia es para los pecadores: si tuviéramos que esperar hasta ser perfectos antes de poder adorar a Dios, ninguno lo adoraría. Pero la Biblia dice que Dios está más interesado en cómo tratamos a los otros, especialmente a los débiles e indefensos entre nosotros, que en toda suerte de ritos religiosos, aun los que él instituyó.

Lee Isaías 58:1 al 10. ¿Qué está mal con el ayuno descrito aquí? ¿De qué modo, dice Dios, el pueblo debería ayunar? ¿Qué aprendemos de esto para nosotros, sea que ayunemos o no?

Ayunar es una forma de negación propia, de la que habló Jesús. Algunas clases de ayuno son solo una exhibición vana, un síntoma de hipocresía, que codicia los privilegios de la obediencia mientras detesta sus responsabilidades. La negación propia, motivada por el amor a Dios, ministra a los que tienen necesidad. Esta es la clase de ayuno (negación propia) que honra a Dios; esta es la clase de vida que conduce a la adoración que él no desprecia, una adoración que muestra al pecador que, así como él ha sido el receptor de gracia y amor inmerecidos, también debe dispensar gracia y amor inmerecidos a otros. Esa es la clase de negación propia que revela fe verdadera (Lucas 9:23), la negación propia que está en el corazón de lo que significa ser un seguidor de Cristo.