"Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé? Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas" (Lucas13:18, 19).
LA EVANGELIZACIÓN Y LA TESTIFICACIÓN NUNCA TERMINAN
Debemos enfatizarlo: la testificación y la evangelización deben continuar mientras haya gente que necesite la salvación. Dios quiere salvar a tantos como sea posible. Los que han aceptado a Jesús como Salvador personal son llamados a trabajar en la obra de salvar almas. No importa quiénes seamos, o dónde estemos, si estamos conectados con Cristo, si apreciamos lo que él hizo por nosotros, siempre tendremos la oportunidad de testificar y de ministrar.
Repasa la conversación de Jesús con la mujer samaritana en Juan 4:7 al 30. ¿Qué le dijo Jesús que la entusiasmó a compartirlo con sus conciudadanos? ¿Qué principios de testificación obtenemos de este informe, que nos ayudan al procurar alcanzar a otros?
Jesús usó una “fórmula” sencilla al hablar con la mujer de Samaria. 1. Captó su atención: “Dame de beber” (versiculo 4); 2. Consiguió su interés: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber? (versiculo 9); 3. Creó un deseo: “Dame esa agua” (versiculo 15); 4. La llevó a una convicción: “Señor, me parece que tú eres profeta” (versiculo 19); 5. Siguieron acciones: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (versiculo 29).
Estas cinco etapas de la evangelización no siempre suceden en una sola reunión, como ocurrió con la mujer samaritana. Pueden suceder a lo largo de un tiempo mientras testificas a alguien. Las situaciones variarán, pero estos principios pueden ser aplicados en nuestros intentos de alcanzar a las almas.
Además, aunque la conversación inicial trató del agua literal, la meta de Jesús era lograr que la mujer samaritana deseara y bebiera el Agua de vida. A fin de cuentas, aunque somos llamados a ayudar a la gente en cualquier situación y ministrar a sus necesidades de toda manera posible, no debemos olvidar que la necesidad más grande de ellas es la salvación en Jesús.
¿Cuán frecuentemente aprovechas las oportunidades de testificar o de ministrar? A menudo nos encontramos con personas que no tienen idea de lo que creemos o de la esperanza que tenemos. ¿Cómo podemos ser mejores testigos para ellos?