“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

LA VIDA EN LA TIERRA NUEVA

jueves 27 de diciembre, 2012

Lee Apocalipsis 21:3. ¿De qué manera este hecho estupendo cambiará la vida para los habitantes de la Tierra Nueva?

Tal vez no haya en toda la Biblia otra visión que inspire tanta reverencia como la que Juan describe aquí; la Tierra Nueva no solo será el hogar de los humanos, sino también el de Dios. El santo y trascendente Creador del universo honrará a la comunidad de los redimidos con su presencia. Por supuesto, Dios por siempre permanecerá distinto de sus criaturas; pero en la Tierra Nueva, la separación entre Dios y la humanidad, producto del pecado, será eliminada.

Además, se restaurará el verdadero compañerismo: no solo entre Dios y los hombres, sino también entre los humanos y la naturaleza, y aun dentro de la naturaleza misma. Juan describe que allí no habrá más maldición (Apocalipsis 22:3); además, cesará la hostilidad dentro del mundo animal (Isaías 65:25).

Más allá de la restauración del compañerismo completo, la eliminación del "gemido de la creación" significa que todo lo que es dañino, la decadencia, la enfermedad, la muerte y el sufrimiento, será cosa del pasado (Romanos 8:21; Apocalipsis 21:4).

Lee el Salmo 8. ¿Cuál es el mensaje para nosotros aquí?

Las implicaciones de la presencia de Dios en la Tierra Nueva y las implicaciones para la vida allí son inmensas, tal como lo revela la ciencia. El tamaño del universo "visible" es de muchos millones de años luz de extensión; sin embargo, los hombres de ciencia especulan ahora que este inmenso y vasto cosmos representa solo un siete por ciento de lo que realmente existe.

Y para pensar: El Dios que creó todo esto no solo murió por nosotros, sino que también habitará con nosotros por la eternidad. Por causa de nuestras mentes caídas, limitadas, no entendemos todo esto; sin embargo, debemos caer sobre nuestras rodillas, y adorar y alabar a aquel que no solo nos creó, sino también nos redimió y promete vivir con nosotros por toda la eternidad.