“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”  Miqueas 6:8.

EN LO PROFUNDO DEL MAR

jueves 16 mayo, 2013

El libro de Miqueas comienza con una descripción de juicios, pero termina con palabras de esperanza. Hay personas que tratan de explicar o negar la realidad de los juicios de Dios. Hacerlo es caer en la trampa en que cayeron los contemporáneos de Miqueas, quienes creían que Dios nunca enviaría juicios sobre la nación escogida.

La justicia de Dios es el otro lado de su amor y su interés. La buena noticia presentada por Miqueas es que el castigo nunca es la última palabra de Dios. Las acciones de Dios en la Escritura, en forma consistente, van del juicio al perdón, del castigo a la gracia y del sufrimiento a la esperanza.

Lee Miqueas 7:18 al 20. ¿De qué modo se revela el evangelio en estos versículos? ¿Qué esperanza se ve aquí para todos nosotros? ¿Por qué la necesitamos desesperadamente?

Los versículos finales de Miqueas presentan su alabanza llena de esperanza. La pregunta “¿Qué Dios como tú...?” concuerda con el nombre de Miqueas, que significa “¿Quién es como Dios?” Sirve como un recordativo de la singularidad de Dios y afirma la verdad de que no hay otro como él. ¿Cómo podría haberlo? Después de todo, solo él es el Creador. Todo lo demás es creado. Pero, más importante aun, nuestro Creador es un Dios de gracia, de perdón, un Dios que fue a extremos inimaginables para salvarnos de la destrucción que es, con justicia, nuestra. Él lo haría por la nación hebrea, y lo hará también por nosotros.

Es posible que hoy estemos rodeados por circunstancias difíciles y experiencias dolorosas que nos dejan preguntándonos por qué Dios permite que suceda todo esto. Algunas veces es muy difícil encontrar sentido en las cosas. En esos momentos, nuestra esperanza solo descansa en Dios, quien promete arrojar nuestros pecados a la profundidad del mar. Hay esperanza para el futuro al recordar lo que Dios hizo en el pasado.

Obsérvate sinceramente. ¿Por qué tu única esperanza se encuentra en la promesa de que Dios arrojará tus pecados “en lo profundo del mar”?

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