"Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando todo pensamiento a la obe­diencia a Cristo" 2 Cor. 10:4, 5

LA VIDA TRANSFORMADA

domingo 28 de julio, 2013

El reavivamiento no resulta en sencillamente algún sentimiento cálido y difuso de supuesta cercanía a Jesús. Resulta en una vida transformada. Hubo tiempos cuando los escritores bíblicos se sintieron muy próximos a Jesús, y en otros mo­mentos se sintieron distantes. Hubo momentos cuando sus espíritus se elevaron en éxtasis, y se deleitaron en el gozo de su presencia. En otros momentos, no sintieron la cercanía de su presencia de ninguna manera.

Los resultados del reavivamiento no son necesariamente sentimientos po­sitivos. Son una vida transformada. Nuestros sentimientos no son el fruto del reavivamiento, pero la obediencia sí lo es. Esto es evidente en las vidas de los discípulos después de Pentecostés.

Analiza las reacciones de Pedro antes de la cruz, después de la resurrección y después de Pentecostés. ¿Qué notas? ¿Qué diferencia produje­ron la cruz, la Resurrección y Pentecostés en las actitudes de Pedro?

Mat. 26:69-74: La reacción de Pedro antes de la cruz

Juan 21:15-19: Después de la resurrección

Hech. 5:28-32: Después de Pentecostés

El derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés marcó una diferencia dramática en la vida de Pedro. Lo transformó, de un creyente débil y vacilante, en un discípulo lleno de fe y obediente. Antes, estaba lleno de palabras temerarias y promesas vacías, pero Pedro ahora estaba lleno de fe, valor y celo por testificar. Es un ejemplo poderoso de lo que el Espíritu Santo puede hacer por cualquiera que se entrega con fe y obediencia a nuestro Señor.