“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Rom. 5:10).

Conclusión

viernes 20 de septiembre, 2013

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

“Cuando los obreros tengan un Cristo que more permanentemente en sus almas, cuando todo egoísmo esté muerto, cuando no haya rivalidad ni lucha por la supremacía, cuando exista unidad, cuando se santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo, entonces las lluvias de gracia del Espíritu Santo vendrán sobre ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca faltará en una jota o una tilde”MS 1:206

“Si subsistimos en el gran día del Señor, con Cristo como nuestro refugio y nuestra fortaleza, debemos abandonar toda envidia y toda contienda por la supremacía. Debemos destruir completamente la raíz de estas cosas impías, para que no puedan surgir de nuevo a la vida. Debemos ponernos plenamente del lado del Señor”EUD 195

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Lee Colosenses 3:12 al 17 en la clase. Analiza las cualidades cristianas que el apóstol Pablo anima a los miembros de la iglesia de Colosas a que busquen alcanzar. ¿Por qué estas cualidades son la base de la resolución de todos los conflictos? ¿Cómo nos guían al aplicar los principios que Jesús nos presenta en Mateo 18:15 al 18?
  2. Considera de nuevo Colosenses 3:12 al 17, y las enseñanzas que se encuentran en estos versículos. ¿Por qué estas cosas son tan esenciales para el reavivamiento y la reforma que tan desesperadamente necesitamos en la iglesia?
  3. Si consideramos nuestra iglesia, es decir, la Iglesia Adventista del Séptimo Día en su conjunto, ¿qué es lo más grande que nos impide la clase de reavivamiento y reforma que se necesita a fin de alcanzar al mundo? ¿Son nuestras enseñanzas y doctrinas? Por supuesto que no. Estas son precisamente las cosas que Dios nos ha dado para proclamar al mundo. El problema reside solamente en nosotros, en nuestras relaciones interpersonales, nuestros celos insignificantes, nuestras disputas, nuestro egoísmo, nuestro deseo de supremacía, y toda una hueste de otras cosas. ¿Por qué debes tú, no la persona sentada junto a ti, no el pastor sino tú, tú mismo, suplicar por el poder del Espíritu Santo para que traiga los cambios que deben ocurrir en ti antes de que veamos el reavivamiento y la reforma en la iglesia, en conjunto?