“Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del Santuario, y de aquel verdadero Tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”

Hebreos 8:1 y 2

Cristo, nuestro Sacerdote

sábado 16 de noviembre, 2013

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmo 110:1 al 5; Génesis 14:18 al 20; Hebreos 7:1 al 3; Romanos 8:31-34; 1 Timoteo 2:4 al 6; Hebreos 8:6; 2:17 y 18; 3:6; 10:1 al 14.

DESPUÉS DE SU RESURRECCIÓN y ascensión al Santuario celestial, Cristo ingresó en una nueva fase del plan de redención (Heb. 2:17). Habiendo cumplido los requerimientos indispensables de su sacrificio, empezó a servir como sacerdote y comenzó su ministerio sacerdotal a fin de mediar ahora su sacrificio perfecto en favor de los que están cubiertos por su sangre. Su ministerio sacerdotal consta de dos fases, ambas prefiguradas en el Santuario terrenal: el ministerio diario y el Día de Expiación anual.

Esta semana estudiaremos la obra de Jesús durante su ministerio diario, y veremos algunas de las ramificaciones prácticas que su obra tiene para nosotros. En realidad, podemos obtener gran consuelo de saber que Jesús ahora está ante la presencia de Dios, ministrando los méritos de su sacrificio en nuestro favor. El mensaje del Santuario ofrece esperanza y ánimo aun al más débil de sus seguidores.