“Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”

Hebreos 10:21 y 22

MANTENER LA ESPERANZA

miércoles 25 de diciembre, 2013

¿Qué tienen en común los siguientes textos? ¿A qué deberían aferrarse los creyentes?

  • Heb. 3:6 _________________________________________________________
  • Heb. 3:14 ________________________________________________________
  • Heb. 4:14 ________________________________________________________
  • Heb. 6:18 ________________________________________________________
  • Heb. 10:23 _______________________________________________________

Además de la certidumbre de la salvación, es importante perseverar y mantener la esperanza. En Hebreos, mantenerse firme es una apelación seria. Parece que algunos creyentes estaban perdiendo su fe y esperanza cristianas. El apóstol tenía que animarlos a no soltarse. El texto indica que nuestra esperanza no está en nosotros sino en Jesús y en lo que él ha hecho por nosotros. Cuando olvidamos esta verdad vital, perdemos la confianza.

Estos textos nos desafían a ser firmes desde el “principio” (Heb. 3:14) y hasta “el fin” (Heb. 3:6, 14; 6:11). Hacerlo “sin fluctuar” (Heb. 10:23) se refiere a una fe inmutable e inconmovible. Cualesquiera que sean las circunstancias, nuestra esperanza será la misma, nuestro compromiso con Dios no cambiará, porque podemos confiar en que él es fiel y hará lo que ha prometido.

No hay dudas de que Dios es fiel a su Palabra. Él cumplió la promesa que les dio a Abraham y a Sara (ver también Rom. 4:19-21); cumplió la promesa de la primera venida de Cristo (Gál. 3:19); y cumplirá la promesa de su retorno (Heb. 12:26). La promesa máxima de Dios es la vida eterna, que él prometió desde el principio (Tito 1:2; 1 Juan 2:25).

La fidelidad de Dios es inmutable. Aun “si fuéramos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo” (2 Tim. 2:13). Nuestra incredulidad no cambiará la intención de Dios hacia nosotros. Sus promesas permanecen firmes a pesar de nuestras fallas. Las promesas están disponibles para nosotros por cuanto la fidelidad es parte de la naturaleza divina.

Es muy fácil desanimarse por causa de nuestros pecados. ¿Cómo podemos vencer esos pecados y, al mismo tiempo, no renunciar cuando fallamos? ¿Por qué debemos aferrarnos a esas promesas, especialmente cuando fallamos?