“Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron”

Marcos 1:16 al 18

EVALUACIÓN DEL CIELO

miércoles 05 febrero, 2014

Un evangelista una vez celebró (y tal vez se jactó de) la asistencia de personas de clase alta a sus seminarios. Pero, uno esperaría que igualmente celebrara la asistencia de personas más “ordinarias”.

Con Cristo no existen distinciones de clases; ninguna era “ordinaria”; todos eran excepcionales. No sorprende, entonces, que Jesús alcanzara a las masas con ilustraciones comunes y un lenguaje directo. Nada en sus maneras sugería que alguien fuera excluido de sus preocupaciones. Los discipuladores modernos deben cuidarse igualmente de dar la impresión de que consideran a algunos más altamente que a otros en cuanto al esfuerzo por alcanzarlos.

Lee Lucas 12:6 y 7; 13:1 al 5; y Mateo 6:25 al 30. ¿Qué enseñan estos textos acerca del valor de cada persona? Por supuesto, es fácil para nosotros decir que creemos esto, pero ¿de qué modo podríamos ser culpables de hacer distinciones que la universalidad de la cruz ha erradicado para siempre?

Las aves más baratas en el mercado eran los gorriones. Se podía comprar un par de ellos por un assarion, la moneda de cobre más pequeña y de menor valor. No obstante, el Cielo no olvidó a los gorriones aunque fueran vulgares e insignificantes.

¿Cuánto más sucede en el caso del hombre, por quien Cristo murió? Cristo murió por nosotros, no por las avecillas. La cruz demuestra, de manera que no podemos siquiera comenzar a profundizar, el “valor infinito” (tomando una frase que Elena de White usó mucho) de cada ser humano sin que importe su condición en la vida (una situación que a menudo no es más que una fabricación humana, basada en conceptos y atributos que no tienen sentido para el Cielo o, incluso, que son contrarios a los principios del Cielo mismo).

Elena de White escribió que “Cristo habría muerto por una sola alma, para que ella viviera por los siglos sin fin” (TI 8:80). ¡Un alma! Medita en las implicaciones de este concepto increíble. ¿Cómo debería esto influir en la manera en que consideramos no solo a los demás, sino también a nosotros mismos?

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