“Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron”
Marcos 1:16 al 18
Discipular a la gente “común”
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Lucas 2:21 al 28; Mateo 15:32 al 39; 16:13 al 17; Lucas 2:6 y 7; 13:1 al 5; Santiago 2:1 al 9.
LA MUERTE DE CRISTO fue el gran igualador: mostró que todos somos pecadores con necesidad de la gracia de Dios. A la luz de la cruz, las barreras étnicas, políticas, económicas y sociales se derrumban. No obstante, algunas veces, en nuestra ganancia de almas, olvidamos esa verdad vital, y procuramos ganar especialmente a los que podrían considerarse “honorables” o “grandes” a los ojos del mundo.
No pasa lo mismo con Jesús, quien vio la insignificancia y vaciedad de la grandeza y el honor mundanos. De hecho, en muchos casos, fueron las personas más “exitosas” –los fariseos bien ubicados, los ricos saduceos y la aristocracia romana– los que lo afligían más. En contraste, la gente “común” –carpinteros, pescadores, labriegos, amas de casa, pastores, soldados y siervos– se reunían alrededor de él y lo aceptaban.