“Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”
Hechos 6:7
LA EXPLOSIÓN PRIMITIVA
Los primeros discípulos de Cristo difundieron con entusiasmo el evangelio por todo el mundo civilizado. Casas, sinagogas, tribunales y palacios reales llegaron a ser escenarios para la proclamación del Reino. Sin embargo, Jesús predijo arrestos, juicios y audiencias hostiles para aquellos discípulos (Mat. 10:16 al 20). Lamentablemente, quienes estaban saturados de poder terrenal fueron los más lentos en recibir a Cristo.
Lee los siguientes pasajes: Hechos 4:1 al 12; 13:5 al 12, 50; 23:1 al 6; 25:23 al 26:28. Aunque uno tiene la idea de que muchas personas se convirtieron en forma instantánea, eso no es lo que sucedió. Estos resultados fueron el producto de circunstancias anteriores. La siembra precede a la siega. Cristo había proclamado fielmente el evangelio. Misioneros y los primeros conversos habían testificado por toda Judea. Cuando Cristo conquistó la muerte, y confirmó así su mensaje, miles de personas indecisas entraron al Reino. Secretamente lo habían seguido, pues habían respondido a sus invitaciones. Factores culturales, seguridad en el trabajo y presiones de la familia demoraron su respuesta abierta. La resurrección de Cristo destruyó las dudas y los llevó a tomar una decisión.
Entonces, el apóstol Pablo entró en el escenario. Pero, su testimonio no fue apreciado universalmente. Algunas veces, lo persiguieron y lo expulsaron hombres destacados. Fue apedreado, azotado, apresado y maltratado de varios modos, a menudo por instigación de personas poderosas. Con frecuencia, motivos políticos fueron el fundamento de esos sentimientos anticristianos.
El gobernador Félix encarceló a Pablo para aplacar la oposición religiosa a Pablo. Festo, su sucesor, era más equilibrado; sin embargo, le faltó la voluntad política de liberar a Pablo. Durante una visita oficial del rey Agripa y de su hermana, Berenice (descendientes de la dinastía de Herodes), el monarca solicitó una audiencia con Pablo. Tristemente, como su antecesor, rechazó su invitación a la salvación. Aunque los discípulos de Cristo del siglo XXI afrontemos rechazos y persecuciones similares, también deben perseverar.
¿Cómo pueden los discipuladores que trabajan entre las autoridades mundanas y religiosas evitar el desánimo cuando son rechazados? Siempre que los seguidores de Cristo trabajan en favor de personas poderosas, ¿quiénes más podrían ser afectados por su testimonio?