“Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación”
2 Corintios 1:7
CALCULAR EL COSTO: PRIMERA PRIORIDAD
Estudia Lucas 12:49 al 53; 14:25 y 26; y Mateo 10:37. ¿De qué modo hemos de entender estas fuertes palabras? ¿Qué nos está queriendo decir aquí Jesús?
Los comentaristas de televisión modernos habrían producido un escándalo mayor con las siguientes palabras: “Hoy, el celebrado líder religioso Jesús de Nazaret abogó por el odio familiar durante su discurso de esta tarde. Los analistas comparan estas declaraciones actuales con afirmaciones previamente publicadas, que promovían relaciones amantes con los vecinos y con los enemigos. Los comentadores informados se preguntan si esto indica un cambio reciente de política. Otras citas no confirmadas sugieren vender todo y entregar ese importe al movimiento de Jesús. Daremos más información”.
Un estudio más detallado de la Biblia y de la forma en que se usa la palabra aborrecer ayuda a clarificar lo que Jesús quiso decir. Deuteronomio 21:15 contiene una ordenanza mosaica con respecto a los hombres con varias esposas. La versión ReinaValera de 1960 la traduce así: “la una amada y la otra aborrecida”. Lo que Moisés dice es que, si el esposo favorece a una esposa sobre las otras, no puede privar a las menos favorecidas. Algunas otras versiones hablan de “la una amada y la otra no”. La idea es clara: un afecto relativo. En este contexto, “aborrecida” puede indicar “amar menos”. Mateo 10:37, el pasaje paralelo, da credibilidad a esta sugerencia.
Lo que Jesús dice es sencillo, pero está cargado de implicaciones profundas. Siempre que la familia tiene precedencia y Cristo llega a ser secundario, Jesús cede su señorío. Servir a más de un maestro es imposible. Cristo apoya relaciones familiares sólidas. Sin embargo, estas conexiones tienen fundamentos inconmovibles. Ese fundamento significa amar a Dios sin reservas, primero y principalmente. Dios rechaza toda barrera, interrupción o distracción. El discipulado demanda el precio supremo: lealtad indivisa a Cristo.
¿De qué manera ponemos a Cristo antes que todo, incluyendo la familia, diariamente y de un modo práctico? ¿Qué significa hacer precisamente eso, y cuáles podrían ser algunas consecuencias?