“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”
Apocalipsis 14:12
Desde Jesús hasta el remanente
Desde el Edén, la iglesia de Dios siempre ha estado llena de personas falibles. La misma institución que debía ser un testigo de la justicia de Dios necesita ella misma aquella justicia. Así como “la posta” pasó de generación en generación, ningún corredor fue digno de cruzar la meta. Ninguno que recibió la Ley fue capaz de alcanzar su nivel de justicia. Parecía que la humanidad estaba atrapada en una rueda de futilidad en su búsqueda de la aprobación de Dios.
Sin embargo, cuando parecía que se había perdido toda esperanza, Dios envió a su Hijo “para recibir la posta”. Como el segundo Adán, Jesús vino sin pecado a esta Tierra y, por medio de una constante devoción a su Padre, logró mantener su obediencia hasta llegar a la Cruz. Con su resurrección, Jesús cruzó la línea de llegada, pues quebró la cadena de la muerte. Ahora, gracias al poder del Espíritu, el Cristo resucitado comparte su justicia con cada creyente. Este mensaje, que es el centro de la promesa del Pacto, se entendió más claramente después de que Jesús completó su ministerio terrenal, cuando comenzó la iglesia del Nuevo Testamento.
Lamentablemente, la iglesia cristiana –aun con toda su luz− se demostró a veces menos fiel al Pacto de lo que fue el antiguo Israel, y una profunda apostasía se extendió por casi todas partes. La Reforma, que se inició en el siglo XVI, comenzó a revertir esta tendencia; pero aun ella flaqueó, y quedaron muchas doctrinas y enseñanzas falsas en el mundo cristiano, incluyendo (como ya vimos) ideas equivocadas acerca de la función y el propósito de la Ley en la vida del cristianismo del Nuevo Pacto. Dios llamaría a un remanente para restaurar las verdades perdidas.
Lee Apocalipsis 12:17; y 14:6 al 12. ¿Cómo revelan estos versículos tanto la Ley como la gracia, en el mensaje final de advertencia de Dios al mundo?