“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16).
Llenos del Espíritu Santo
Saber quién es el Espíritu Santo solo tiene sentido si nos lleva a abrir completamente nuestras vidas para ser llenos de él. Si no invitamos diariamente al Huésped celestial para que habite en nosotros, otra clase de espíritu entrará en la vida vacía y producirá un desastre espiritual (Mat. 12:43-45). Jesús mismo fue “lleno del Espíritu Santo” (Luc. 4:1). “Diariamente recibía un nuevo bautismo del Espíritu Santo” (PVGM 105).
¿Qué dice Lucas 11:9 al 13 acerca de la manera en que podemos recibir al Espíritu Santo, y de la generosa disposición del Padre para dárnoslo?
En la Última Cena, Jesús prometió a sus discípulos el Espíritu Santo, enfatizando su ministerio consolador y docente para atender las necesidades de ellos en ese momento. Después de la resurrección de Cristo, sin embargo, el contexto era diferente y los discípulos enfrentaban nuevos desafíos.
¿Cuál fue el tema central de la promesa que Jesús hizo después de su resurrección? Hechos 1:4-8.
Hechos 1:5 constituye el único registro de Jesús hablando de ser “bautizados con el Espíritu Santo”. Juan el Bautista había anunciado este bautismo especial (Mat. 3:11; Juan 1:33), promesa que solo pudo cumplirse después de la ascensión de Cristo.
¿Qué significa ser bautizado con el Espíritu? En Hechos 1:8, Jesús mismo lo explicó con una expresión paralela. Vosotros estaréis “bautizados con el Espíritu Santo” (vers. 5) “cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (vers. 8). Ser bautizado es estar totalmente inmerso en algo, normalmente agua. Incluye a la persona completa. El bautismo con el Espíritu Santo significa estar totalmente bajo su influencia, totalmente “llenos del Espíritu Santo” (Efe. 5:18). Esta no es una experiencia que ocurre “una vez para siempre”, sino que necesita ser renovada constantemente.
Si alguien te preguntara si alguna vez fuiste “lleno del Espíritu”, ¿qué le responderías? ¿Por qué?