“Le dijo Jesús: yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”

Juan 11:25

El estado de los muertos

domingo 14 septiembre, 2014

Los escritores del Antiguo Testamento sostenían que el ser humano es un ser indivisible. Los varios términos hebreos generalmente traducidos como “carne”, “alma” y “espíritu” son solamente formas alternativas para describir, desde diferentes puntos de vista, a la persona humana como un todo. En armonía con esta perspectiva, las Escrituras utilizan diferentes metáforas para describir la muerte. Entre ellas, el sueño se destaca como un símbolo adecuado para reflejar la comprensión bíblica de la condición de los muertos (Job. 3:11-13; 14:12; Sal. 13:3; Jer. 51:39; Dan. 12:2). La muerte es el completo fin de la vida. La muerte es un estado de inconsciencia en la cual no hay pensamientos, emociones, trabajo ni comunicación de ningún tipo (Ecl. 9:5, 6, 10; Sal. 115:17; 146:4).

En tiempos de Jesús, sin embargo, esta visión del ser humano y, especialmente, de la muerte, estaba siendo desafiada por el concepto dualista pagano de la inmortalidad del alma, que se estaba propagando rápidamente por todo el mundo conocido.

¿De qué manera describió Jesús la muerte de su amigo Lázaro? Juan 11:11.

A pesar de este y otros pasajes, muchos cristianos argumentan que Jesús creía en la inmortalidad del alma, pues dijo al ladrón en la cruz: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43, LBA). El significado de este texto cambia completamente dependiendo de dónde se colocan los dos puntos, ya que los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento no tenían signos de puntuación. Si los dos puntos son colocados después de “digo”, como lo hace la mayoría de las versiones (o agregan “que”, aunque no está en el original), significaría que Jesús y el ladrón fueron al paraíso ese mismo día. Si los dos puntos son colocados después de “hoy”, el texto expresa que Jesús le dio al ladrón la seguridad de la salvación, y no el tiempo en el que el ladrón iría al cielo. El contexto confirma que esta última manera de leer el texto es la correcta. En primer lugar, el ladrón no había pedido una transferencia inmediata al cielo al morir, sino que el Señor lo recordara cuando viniera en su Reino. Además, tres días más tarde, Jesús mismo afirmó que aún no había ascendido al paraíso (Juan 20:17). Este texto, por lo tanto, no enseña que las almas de los muertos van al cielo luego de su muerte.

Dado que entendemos que la muerte es un sueño inconsciente, ¿por qué la enseñanza de la resurrección es tan crucial para nosotros?

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