“Le dijo Jesús: yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”
Juan 11:25
Jesús conquistó la muerte
¿Por qué la resurrección de Lázaro fue el milagro supremo del ministerio terrenal de Cristo? Juan 11:38-44.
Aunque Jesús había resucitado a dos personas más de entre los muertos, ninguna resurrección fue tan dramática como esta. Lázaro había estado muerto durante cuatro días, un hecho que Marta corroboró cuando se encontraban frente a la tumba. Jesús realizó el milagro a plena luz del día y frente a una multitud de testigos respetables de Jerusalén. La evidencia no podía ser descartada.
Sin embargo, más importante que la resurrección de Lázaro fue la resurrección de Jesús mismo. Dado que él tiene vida en sí mismo, no solamente tiene el poder para levantar a los muertos y dar vida a quien él quiere (Juan 5:21), sino que también tiene poder para poner su vida y volverla a tomar (Juan 10:17, 18). Su resurrección probó esto de manera convincente.
¿Cuál es la relación entre la resurrección de Cristo y la nuestra? ¿Por qué su resurrección es tan importante para nuestra salvación? 1 Cor. 15:17-20.
Mientras Jesús estaba en el sepulcro, Satanás parecía haber triunfado. Pero Jesús no pertenecía al enemigo pues nunca pecó. Así que, cuando Satanás vio que Cristo resucitaba, supo que había sido derrotado para siempre.
El poder de Cristo para romper las ligaduras de la muerte es indisputable. Él se levantó del sepulcro como las primicias de los que durmieron en él. Su resurrección es la garantía de la resurrección de cada creyente, pues él tiene las llaves de la muerte (Apoc. 1:17, 18).
“Para el creyente, Cristo es la resurrección y la vida. En nuestro Salvador, la vida que se había perdido por el pecado es restaurada; porque él tiene vida en sí mismo para vivificar a quienes él quiera. Está investido con el derecho de dar la inmortalidad. La vida que él depuso en la humanidad la vuelve a tomar y la da a la humanidad” DTG 730, 731
La muerte es tan poderosa que solamente aquel que creó la vida puede restaurarla. ¿Qué nos dice esta verdad acerca de por qué debemos confiar en que Jesús puede resucitarnos tal como lo prometió, y que lo hará?