“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”

Juan 14:1 al 3

La promesa

domingo 21 septiembre, 2014

Al terminar la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos que iría a un lugar al que, al menos por el momento, ellos no podían ir (Juan 13:33). El pensamiento de que el Maestro no estaría más con ellos llenó de dolor y temor los corazones de los discípulos. Pedro preguntó: “Señor, ¿a dónde vas? [...] ¿por qué no te puedo seguir ahora?” (Juan 13:36, 37). Cristo conocía el deseo de los discípulos y les aseguró que la separación sería temporal.

Lee la promesa de Cristo para nosotros en Juan 14:1 al 3. Aplica esas palabras a ti mismo. ¿Por qué deberían ser tan importantes para ti?

La promesa de nuestro Señor no pudo haber sido más enfática. En griego, la frase “vendré otra vez” está en el tiempo presente, acentuando la certeza. Podría ser traducida, literalmente, “yo estoy volviendo otra vez”.

Jesús nos ha dado la seguridad de su segunda venida. Él no dijo: “Puede ser que vuelva otra vez”, sino que dijo: “Yo vendré otra vez”. Cada vez que Jesús mencionó su regreso, lo hizo con total certeza.

A veces, hacemos promesas que después no podemos cumplir, incluso a pesar de nuestros mejores esfuerzos y determinación. Ese no es el caso con Cristo. Muchas veces probó, sin lugar a dudas, que su palabra es fidedigna.

Refiriéndose a su encarnación, el Señor había anunciado proféticamente por medio de David: “He aquí, vengo” (Sal. 40:7). Y lo hizo (Heb. 10:5-7). La realidad de su primera venida sustenta la certeza de su segunda venida.

Durante su ministerio terrenal, Jesús prometió a un padre desesperado: “No temas; cree solamente, y será salva” (Luc. 8:50). Y, efectivamente, la hija de Jairo fue sanada, incluso aunque había estado muerta. Cristo anunció que tres días después de su propia muerte se levantaría de la tumba; y lo hizo. Prometió el Espíritu Santo a sus discípulos; y lo envió justo en el tiempo indicado. Si nuestro Señor honró todas sus promesas en el pasado, incluso aquellas que, desde una perspectiva humana, parecían imposibles de cumplirse, podemos estar totalmente seguros de que mantendrá su promesa de regresar otra vez.

¿Cómo puedes mantener viva en tu corazón la llama de la esperanza de la segunda venida de Jesús?

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