“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”
Santiago 1:12
DESECHANDO TODA INMUNDICIA
Lee Santiago 1:21. ¿Qué función tiene la “palabra” en lo que Santiago está diciendo?
Este versículo concluye todo lo que ha dicho hasta aquí sobre la fe y la salvación. Es una apelación a poner a un lado toda impureza y separarnos de la maldad. La orden “desechar” se usa siete de las nueve veces que aparece en el Nuevo Testamento para separarse de los malos hábitos que no tienen lugar en una vida sometida a Cristo (Rom. 13:12; Efe. 4:22, 25; Col. 3:8; Heb. 12:1; 1 Ped. 2:1). También puede referirse a quitarse la ropa (Hech. 7:58), y puede implicar el sacarse los “trapos de inmundicia” del pecado (comparar con Isa. 64:6). De hecho, la palabra “inmundicia” aparece en Santiago como los “trapos de inmundicia” de los pobres en contraste con la vestimenta brillante y limpia de los ricos (Sant. 2:2). Como Jesús, Santiago censura la tendencia humana a estar muy preocupado por la apariencia exterior, porque Dios se interesa por la condición de nuestros corazones.
En la traducción griega del Antiguo Testamento, la palabra “inmundicia” (rupáros) se usa solo en un pasaje: Zacarías 3:3 y 4, donde Josué, el sumo sacerdote, representa al Israel pecador. Dios quita la vestimenta sucia del sumo sacerdote y lo viste con un manto limpio, que simboliza el perdón y la purificación de Israel.
Esta escena es muy diferente de la imagen cristiana que vemos de Jesús poniendo un manto blanco limpio sobre la vestimenta sucia y manchada del pecador. ¿Quién haría eso en la vida real? Nadie se pone ropa limpia encima de la sucia. Del mismo modo, en Zacarías, la ropa sucia es quitada antes de que se le ponga el manto limpio. Esto no significa que debemos estar sin pecado antes de que podamos ser vestidos con la justicia de Cristo. Si eso fuera cierto, ¿quién podría ser salvo? Tampoco significa que, después de aceptar a Jesús, perdemos la salvación si caemos en pecado. En cambio, significa que debemos entregarnos completamente a él, eligiendo morir a nuestros caminos pecaminosos y permitirle crearnos a su imagen. El perfecto manto de justicia de Cristo, entonces, nos cubrirá.
Lee Santiago 1:21. ¿Cómo puedes aplicar esto en tu vida? ¿Qué significa que la Palabra esté “implantada” en tu corazón, y cómo puedes hacerlo?