“Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”

Santiago 2:13

LUCHA DE CLASES

lunes 27 de octubre, 2014

Como todo colportor evangélico sabe, a menudo los que tienen menos están dispuestos a sacrificarse más para comprar libros cristianos. Vecindarios de buen nivel económico resultan ser un territorio duro en el cual vender libros, porque la gente que vive allí puede estar conforme con lo que tiene y, generalmente, no percibe su necesidad de Dios como la sienten los que tienen menos. El mismo fenómeno también se detecta en una escala mucho mayor en la iglesia, cuyo crecimiento ha tenido lugar en regiones y períodos de tensión social y económica. Después de todo, ¿no están aquellas personas que luchan con grandes problemas, a menudo, más abiertas a la esperanza presentada en la historia de Jesús que aquellos que creen que las cosas andan muy bien para ellos?

Lee Santiago 2:5 y 6. ¿Cómo amplía aquí el apóstol lo que escribió en los cuatro versículos previos?

Juzgando por este pasaje, parece que había grandes problemas en la iglesia entre ricos y pobres. Dios eligió a los pobres que, aunque rechazados por el mundo, eran “ricos en fe”, mientras que los ricos usaban sus riquezas para “oprimir” a los pobres. Este problema, los ricos que explotaban a los pobres, era una realidad siempre presente en esa época. Aún peor, la ley romana discriminaba a los pobres y favorecía a los ricos.

“Las personas de clase inferior, de quienes se creía que actuaban por interés económico personal, no podían acusar a las personas de clase superior, y la leyes prescribían castigos más severos a las personas de clase baja convictas de ofensas que a los ofensores de la clase más alta”.

Craig S. Keener, The IVP Bible Background Commentary, p. 694

Lee Santiago 2:7. ¿Qué punto importante se presenta aquí acerca del impacto de esta mala conducta?

Su mala conducta es realmente una blasfemia contra “el buen nombre” de Jesús. Las malas acciones son suficientemente malas en sí mismas; y son peores cuando los que profesan el nombre de Jesús las hacen. Y sería peor aún que, en el nombre de Jesús, estos usaran sus riquezas o poder para obtener ventajas para sí en las iglesias, lo que a menudo conduce a divisiones y peleas. Por eso, cuán cuidadosos debemos ser para que nuestras palabras y acciones mantengan el “buen nombre” que asociamos con nosotros mismos.