"Humillaos delante del Señor, y él os exaltará" (Sant. 4:10)

SUMISIÓN A DIOS

jueves 20 de noviembre, 2014

“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Sant. 4:7). Nota el orden de los mandatos aquí. Si tratamos de resistir al diablo con nuestras propias fuerzas, ¿qué posibilidad de éxito tenemos? Cuando siete judíos exorcistas trataron de expulsar un demonio de un hombre poseído usando los nombres de Jesús y de Pablo como una especie de fórmula mágica, el hombre poseído por el demonio los dominó, y huyeron desnudos y heridos (Hech. 19:13- 16). Por eso, necesitamos someternos a Dios y a su voluntad a fin de resistir al diablo. En realidad, al dar ese paso, estamos resistiendo al diablo.

Al mismo tiempo, no debemos pensar que los primeros lectores de la carta de Santiago nunca antes se habían sometido a Dios. Santiago estaba escribiendo a creyentes profesos. Tal vez necesitamos pensar más en someternos a Dios diariamente y resistir al diablo siempre que sus tentaciones se presenten.

Lee Santiago 4:8 al 10. ¿Qué mandatos da Santiago, y cómo se relacionan entre sí? Además, ¿cómo se conectan con la sumisión a Dios?

El llamado al cambio en estos versículos es la culminación de todo lo que Santiago estuvo diciendo desde Santiago 3:13. En este pasaje, hay contrastes entre la sabiduría celestial y la diabólica, y entre los orgullosos que se exaltan a sí mismos como lo hizo el diablo (ver Isa. 14:12-14), y los humildes que se someten a Dios y se humillan a sí mismos. También hay una acusación de infidelidad al pacto con Dios (Sant. 4:4), y la acusación de tener una mente doble se repite (Sant. 4:8, comparar con 1:8). Por lo tanto, el llamado a someterse a Dios es más que una amonestación moralista; es una invitación a los pecadores a arrepentirse, como lo hizo Jesús (Luc. 5:32).

¿Cómo debemos arrepentirnos? Santiago indica los pasos (basados en Sal. 24:3-6): 1) acercarnos a Dios, y él se acercará a nosotros; 2) limpiarnos las manos y purificar los corazones (acciones así como pensamientos); 3) lamentarnos y llorar por nuestras deficiencias, dándonos cuenta de que nuestra necesidad es nuestro único derecho a la gracia de Dios.

“Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Sant. 4:10). ¿Qué significa eso? ¿Cómo aprendes a humillarte? ¿Cómo puedes aprender a imitar la humildad que reveló Jesús?