“Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen” (Prov. 6:23)

Luchar contra la tentación

martes 13 enero, 2015

Como acabamos de ver, el autor de Proverbios 6:23, bajo la inspiración del Espíritu Santo, vincula directamente la luz y la vida con la Ley de Dios. En el versículo siguiente, da un ejemplo sólido del modo en que la Ley, como luz y vida, puede ofrecernos una protección espiritual poderosa.

¿Cuál es la amonestación de Proverbios 6:24? Además de lo que es obvio, ¿qué advertencia más sutil se nos da aquí?

Cuando una persona religiosa es tentada, la mayor tentación es encontrar una razón religiosa para justificar el pecado. Usar a Dios para racionalizar una mala conducta no es solo una forma terrible de blasfemia, también es suma mente engañoso. Después de todo, si alguien piensa: “Dios está conmigo”, ¿cómo puedes responder? Esto puede suceder aun en casos de adulterio. “Dios me mostró que esta persona [hombre o mujer] es con quien debería estar”. Si eso es lo que creen, ¿quién puede discutir lo que “Dios” les ha mostrado?

Nota, además, que no es solo la belleza física la que atrae al hombre. Aquella mujer usa el lenguaje, palabras aduladoras, para atraer a su víctima a su trampa. Cuán a menudo hombres y mujeres han sido conducidos a situaciones compro metedoras por palabras sutiles y seductoras, a veces enmarcadas en un lenguaje religioso. El autor de Proverbios procura advertirnos contra este engaño.

La Ley es el antídoto perfecto contra “la blandura de la lengua” de la se ductora. Solo el imperativo de la Ley y el deber de obediencia nos ayudarán a resistir sus palabras atrayentes, que pueden sonar hermosas y verdaderas. En realidad, la seductora te encontrará no solo apuesto, sino también sabio y brillante. Ella, incluso, podría evocar sus necesidades espirituales; e irónicamente, el “amor de Dios” puede llegar a ser la justificación para el pecado.

Piensa en cuán fácilmente podemos ser llevados, aun bajo el disfraz de la fe, a justificar acciones equivocadas de toda clase, no solo el adulterio. Entonces, ¿por qué un compromiso absoluto con la Ley de Dios es nuestra única protección real, aun contra nuestra propia mente y las trampas que esta nos podría plantear?

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