“Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús [...]. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” Gál. 3:26-28

ALGUNAS MUJERES QUE SIGUIERON A JESÚS

miércoles 6 de mayo, 2015

Lee Lucas 10:38 al 42. ¿Qué verdades espirituales importantes podemos obtener de esta historia? (Ver también Luc. 8:14).

Como huésped, Marta “se preocupaba con muchos quehaceres” (Luc. 10:40), y estaba ocupada en brindar lo mejor a sus visitas. Pero María, “sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra” (vers. 39). Marta se quejó a Jesús de que le tocaba hacer sola el trabajo duro. Aunque Jesús no reprendió a Marta por preocuparse por servir, le señaló la necesidad de tener prioridades correctas en la vida. El compañerismo con Jesús es el primer aspecto esencial en el discipulado; la comida de confraternidad puede venir después.

“La causa de Cristo necesita personas que trabajen con cuidado y energía. Hay un amplio campo para las Martas con su celo por la obra religiosa activa. Pero, deben sentarse primero con María a los pies de Jesús. Sean la diligencia, la presteza y la energía santificadas por la gracia de Cristo; y entonces la vida será un irresistible poder para el bien” DTG 483

Lee Lucas 8:1 al 3; 23:55, 56; 24:1 al 12. ¿Qué nos enseñan estos versículos acerca de la función de las mujeres en el ministerio de Cristo?

Al expandirse su ministerio, Jesús fue “por todas las ciudades y aldeas, predicando” y enseñando (Luc. 8:1), y los doce discípulos con él. Lucas también registra el poderoso testimonio de que cierta mujer a quien Jesús había sanado, que fue tocada por su predicación y que era rica, también lo siguió en su ministerio ampliado. Aquí están algunas otras que menciona Lucas: 1) ciertas mujeres sanadas de malos espíritus, incluyendo a María Magdalena; 2) Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes; 3) Susana; y 4) “otras muchas que le servían con sus bienes” (vers. 3).

Cuando comprendemos que Jesús murió por cada ser humano, captamos mejor la verdadera igualdad de todas las personas ante Dios. ¿Cuán bien reflejamos esta verdad en nuestra actitud hacia otros? Es decir, ¿cómo puedes arrancar de raíz, si fuera necesario, cualquier actitud que implicaría mirar a otros desde arriba, como si fuesen menos dignos que tú?