“Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad” Luc. 4:32

UNA FAMILIA NUEVA

martes 26 de mayo, 2015

Grandes maestros, antes y después de Jesús, enseñaron acerca de la unidad y del amor; pero, generalmente, acerca del amor dentro de los parámetros de un grupo único: una familia definida por la exclusividad de casta, color, lenguaje, tribu o religión. Sin embargo, Jesús derribó las barreras que dividían a los humanos e introdujo una nueva familia, que no hace distinción entre las cosas usuales que dividen a la gente. Bajo la bandera del amor agápe –no merecido, no exclusivo, universal y sacrificado−, Cristo creó una nueva familia. Esta familia refleja el concepto original, universal e ideal entronado en la creación del Génesis, que testifica que cada ser humano es creado a la imagen de Dios (Gén. 1:26, 27) y, por lo tanto, es de igual valor ante él.

Lee Lucas 8:19 al 21. Sin minimizar de ninguna manera los lazos y las obligaciones que vinculan dentro de una familia a padres, hijos, hermanos y hermanas, Jesús miró más allá de la carne y la sangre, y puso ambas en el altar de Dios como miembros de la “familia en los cielos y en la tierra” (Efe. 3:15). La familia del discipulado cristiano debería no ser menos estrecha y vinculada que los lazos de tener padres en común. Para Jesús, la prueba verdadera de ser “familia” no son relaciones de sangre, sino hacer la voluntad de Dios.

¿Qué dicen los siguientes textos acerca de los muros que Cristo derribó con respecto a las distinciones que tan a menudo dividen a los humanos (y frecuentemente con malos resultados)?

Luc. 5:27-32

Luc. 7:1-10

Luc. 14:15-24

Luc. 17:11-19

La misión y el ministerio de Jesús, su corazón perdonador y su gracia abrazadora no excluyen a ninguno, sino que incluyen a todos los que aceptan su llamado. Su amor eterno lo puso en contacto con el espectro entero de la sociedad.

¿Cuáles son las maneras en que, como iglesia, podemos seguir mejor este principio vital?