“Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones” Gál. 3:6-8

ABRAHAM, EL PRIMER MISIONERO

sábado 4 de julio, 2015

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 12:1-3; 14:8-24; Hebreos 11:8-19; Gálatas 3:6; Génesis 12:6, 7; 18:18, 19.

NO ES COINCIDENCIA QUE, a veces, se llame a las tres principales religiones del mundo –el judaísmo, el cristianismo y el islamismo– las “fes de Abraham”. Es porque las tres, de un modo u otro, encuentran sus raíces en este gran hombre de Dios.

Aunque Abraham es admirado como el ejemplo definitorio de fidelidad, esta lección examinará esta fidelidad desde un ángulo diferente. Es decir, lo veremos como misionero, como alguien llamado por Dios para ir a otra tierra y testificar allí acerca del verdadero Dios, el Creador y Redentor.

Dios le dio a Abraham, y a su familia después de él (ver Gál. 3:29), un propósito triple: 1) ser receptores y guardianes de la verdad de Dios que se perdió temprano en la historia de la humanidad; 2) ser el canal mediante el cual el Redentor entraría a la historia; y 3) como fieles siervos de Dios, ser una luz para las naciones y para quienes necesitaban conocer a Dios.