ELISEO, EL PROFETA
El ministerio del profeta Eliseo, en el siglo IX a.C., nos llega en una serie de 18 episodios, que se extienden a lo largo de más de 50 años. Su ministerio principal fue el de dirigir la escuela de los profetas, y también fue mayormente público. Incluyó señales y milagros tanto en el ámbito personal como en el nacional. Eliseo fue un profeta cuyos consejos y ayuda fueron buscados por reyes y personas comunes.
Lee 2 Reyes 2:1 al 15. ¿Qué nos dice esto acerca del llamado y el ministerio de Eliseo?
No hay dudas de que Eliseo fue llamado por Dios; y tuvo algunas experiencias increíbles que debieron de haber confirmado su vocación en su propia mente. Más importante, su pedido de una “doble porción” del Espíritu muestra su percepción de que, para que él pudiera cumplir con lo que había sido llamado a hacer, necesitaría el poder divino, pues, por sí mismo, sería imposible. De este modo, aun en ese tiempo, este hombre de Dios entendió lo que Jesús dijo muchos siglos más tarde: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Es una lección que, no importa cuál sea nuestro lugar en la obra de Dios, todos necesitamos reconocer.
Por la historia del llamado de Eliseo, podemos ver que este poder realmente le fue otorgado. Así, Eliseo reveló que tenía una comprensión clara y honesta de su propia función y llamado, cuando le declaró al rey: “y sabrá [Naamán] que hay profeta en Israel” (2 Rey. 5:8).
También debió de haber sido interesante la escena cuando este comandante militar y su séquito aparecieron en toda su gloria a la puerta de la casa de Eliseo, probablemente pequeña y modesta en contraste con el lujo del que gozaba Naamán. Sin embargo, Eliseo ni siquiera salió a recibir a su poderoso visitante: envió a un mensajero ¡que le dio una orden al comandante militar! ¡La única recompensa por su largo viaje de Damasco fue la brusca orden de ir al Jordán y bañarse! Pero, fue acompañada por una promesa: “serás limpio” (vers. 10).
Sin duda, el orgullo de este hombre importante quedó herido. Aunque, tal vez ese haya sido el plan.