“Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Dan. 7:14).

EL EXILIO

domingo 26 de julio, 2015

Lee Isaías 39:5 al 7, y Daniel 1:1 y 2. ¿De qué manera están relacionados estos dos pasajes?

Daniel, cuyo nombre significa “Dios es mi juez”, fue obligado a marchar de una Jerusalén derrotada a la capital de Babilonia. El libro de Daniel ofrece vislumbres de su vida en la corte de Babilonia y de Persia. Después de tres años de “educación” en Babilonia, Daniel fue empleado como un siervo civil y consejero real. Gracias al poder de Dios, se elevó por sobre la condición normal de cautivo hasta llegar a ser un misionero en favor de dos superpoderes, ubicado en un puesto muy alto.

El libro de Daniel es más que un tesoro de literatura profética. El lector encuentra algunos de los desafíos que afrontaban los hebreos que vivían en una cultura extraña que no les proporcionaba ningún apoyo aparente en su lealtad al Dios de Israel y, a veces, les era francamente hostil. También pinta un hermoso cuadro de hombres que aprendieron a vivir su compromiso con la verdad en la ausencia de un templo, un sacerdocio y sacrificios.

Lee Daniel 1:8 al 13; 5:12; 6:4; y 9:3 al 19. ¿Qué nos dicen estos pasajes acerca del carácter de Daniel, que lo hizo el gran misionero que fue?

“Cada institución que lleva el nombre de Adventista del Séptimo Día debe ser para el mundo lo que fueron José en Egipto, y Daniel y sus compañeros en Babilonia. Bajo la providencia de Dios, estos hombres fueron tomados cautivos para que llevaran el conocimiento del verdadero Dios a las naciones paganas. Eran los representantes de Dios en el mundo. No debían transigir con las naciones idólatras con las cuales se relacionaban, sino que debían mantenerse leales a la fe que profesaban, llevando con especial orgullo el nombre de los adoradores del Dios que creó los cielos y la Tierra” (TI 8:165).

Piensa en cuán fácil habría sido para Daniel haber transigido, especialmente dadas sus circunstancias. ¿Qué nos enseña este ejemplo acerca de cuán a menudo son débiles nuestras excusas para transigir?