“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21).

JESÚS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

domingo 9 de agosto, 2015

“Así que no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que por su causa soy prisionero. Al contrario, tú también, con el poder de Dios, debes soportar sufrimientos por el evangelio. Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo” (2 Tim. 1:8, 9, NVI).

Además de ser uno de los grandes textos acerca de la inutilidad de la salvación por las obras, este pasaje revela la naturaleza eterna de la salvación; muestra que el plan para nuestra redención se había formulado hace mucho, mucho tiempo.

De modo que no es extraño que, por todo el Antiguo Testamento, se revele a Jesucristo de una manera u otra. Especialmente notables son las profecías, que muestran claramente que Jesús es realmente el Mesías.

Lee los siguientes textos del Antiguo Testamento, todos aplicados a Jesús. ¿Qué dicen acerca de él y de su función como Mesías? Isa. 61:1; Dan. 9:24-27; Isa. 7:14; 9:6; 42:1-9.

El profeta Isaías describe la misión de Jesús con estas palabras: “Este es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones [...]. Yo, el Señor, te he llamado en justicia; te he tomado de la mano. Yo te formé, yo te constituí como pacto para el pueblo, como luz para las naciones, para abrir los ojos de los ciegos para librar de la cárcel a los presos, y del calabozo a los que habitan en tinieblas” (Isa. 42:1, 6, 7, NVI).

Medita en la increíble idea de que Jesús, el Creador, tomó sobre sí mismo nuestra humanidad, y en esa humanidad vivió y murió. ¿Qué gran esperanza te ofrece esto, en un mundo que, en sí mismo, no te ofrece ninguna esperanza?