“He aquí mi siervo, a quien he escogido; mi Amado, en quien se agrada mi alma; pondré mi Espíritu sobre él, y a los gentiles anunciará juicio” (Mat. 12:18).

TRATANDO CON DEMONIOS

martes 18 agosto, 2015

Lee Marcos 5:1 al 20, y Mateo 15:21 al 28. ¿En qué sentido estas historias nos ayudan a entender cómo se relacionaba Jesús con los no judíos? ¿De qué forma comprendemos las palabras de Jesús a la mujer cananea? Además, ¿qué lecciones deberían haber aprendido los discípulos, al ver a Jesús ministrando a los que no eran parte del pueblo del Pacto?

La región de los gadarenos estaba en la orilla oriental del Mar de Galilea. Era un área anteriormente dominada por Grecia, pero había llegado a ser parte de la provincia romana de Judea. El hombre de Gadara estaba obviamente poseído, y esa posesión se manifestaba de maneras horribles. Realmente necesitaba ayuda divina, y la obtuvo.

Que esta liberación ocurriera en territorio gentil es confirmado por la presencia de cerdos. Es interesante notar la reacción a esta pérdida económica cuando los cerdos se ahogaron: los aldeanos le pidieron a Jesús que saliera de su territorio. Jesús, a su vez, le pidió al hombre sanado que se quedara. Debía testificar a su propio pueblo acerca de Jesús; sin duda, su vida transformada, aun más que sus palabras, sería un testimonio poderoso.

En el siguiente incidente, esta niña de Sidón estaba “gravemente atormentada por un demonio” (Mat. 15:22). Su madre, cananea, ilustra cómo esa región era un crisol de razas. Sus antepasados cananeos habían sido desplazados de su tierra cuando Israel la heredó bajo el liderazgo de Josué. Aquí vemos otra vez a Jesús alcanzando a los que no eran israelitas.

Al hablarle, Jesús usó un lenguaje un tanto áspero, comparando a su gente con perros, pero esto probó su fe y mostró su humilde disposición para conseguir la ayuda que necesitaba.

“El Salvador está satisfecho. Ha probado su fe en él. Por su trato con ella, ha demostrado que aquella que Israel había considerado como paria no es ya extranjera sino hija en la familia de Dios. Y, como hija, es su privilegio participar de los dones del Padre. Cristo le concede ahora lo que le pedía, y concluye la lección para los discípulos” (DTG 367, 368).

La lección era que, contrariamente a su comprensión, la obra del evangelio no era solo para los judíos, sino que debía ir también a otras naciones.

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