FELIPE COMO EVANGELISTA, PADRE Y HUÉSPED
Claramente, Felipe fue ungido para hacer la obra del Señor. Los comentadores están divididos con respecto a lo que significa que “el Espíritu del Señor arrebató a Felipe” (Hech. 8:39): si le dijo que fuera a Azoto (vers. 40) o si fue transportado milagrosamente a ese lugar. El punto vital es que Felipe era un hombre entregado al Espíritu Santo y, de ese modo, Dios pudo usarlo para hacer una gran obra.
Lee Hechos 8:40. ¿Qué se dice acerca de Felipe, que explica por qué se lo llama el “evangelista”?
Lee Hechos 21:7 al 10. ¿Qué podemos aprender acerca de Felipe en estos versículos?
En esta historia aprendemos que Felipe era un hombre de familia, con cuatro hijas solteras. El llamado de Felipe del diaconado a la evangelización involucraba que tuviera que hacer viajes extendidos. Sabemos acerca del viaje de Jerusalén a Samaria, luego a Gaza, seguido por “todas las ciudades” en la costa del Mediterráneo, desde Azoto hasta Cesarea (unos ochenta kilómetros), y tal vez viajes no registrados. Como todos los misioneros, habrá sufrido los altibajos que tales compromisos incluyen. Sin embargo, atendió a su familia hasta el punto de que cuatro hijas fueran consideradas adecuadas por el Espíritu Santo para recibir el don de profecía. Esto testifica de su buena conducta como padre, y de una familia cristiana piadosa, pionera en las misiones.
El texto revela que el apóstol Pablo quedó con Felipe “algunos días” (Hech. 21:10). Veinticinco años antes, Pablo, conocido como Saulo, había sido un agresivo y feroz perseguidor de los cristianos (Hech. 9:1, 2). Su persecución de los creyentes en Jerusalén obligó a Felipe a huir a Samaria (Hech. 8:1-5). Ahora, años más tarde, perseguidor y perseguido se encontraron en el hogar de Felipe, que hospedó a Pablo. ¡Qué reunión interesante de hermanos y colaboradores con Cristo en la gran causa de llevar el evangelio al mundo no judío!
En nuestra obra en favor de otros, ¿por qué es vital nunca olvidar nuestra primera obligación: nuestras familias?