JURAMENTO EN FALSO
En Jeremías 5:1, Dios le dice a la gente que corra por las calles y vea si encuentra “un hombre, si hay alguno que haga justicia, que busque verdad; y yo la perdonaré [a Jerusalén]”. Esto nos recuerda dos historias. Una es la de un antiguo filósofo griego del siglo IV a.C., llamado Diógenes que, de acuerdo con la leyenda, solía caminar por el mercado en pleno día con una luz encendida, diciendo que buscaba un hombre honesto. La otra historia, que sabemos que es verdadera, es la de Abraham, cuando Dios le dijo que si podía encontrar cincuenta justos (que pronto aquel bajó a diez) no destruiría a Sodoma.
En estas palabras de Dios por medio de Jeremías, el Señor quería revelar cuán extendida era la apostasía y el pecado entre su pueblo. ¿No había alguno que hiciera justicia y buscara la verdad? Si los había, eran muy pocos.
Lee Jeremías 5:2 y 3. ¿Qué se dice aquí que muestra cuán mal es- taban las cosas? (Ver Lev. 19:12.)
Estos versículos plantean un punto que aparece en todo el libro. No importa cuán bajo hubiera caído la nación, ¡muchos en el pueblo creían que todavía estaban siguiendo fielmente a Dios! Pronunciaban su nombre, pero lo hacían “falsamente” en lugar de hacerlo “en verdad, en juicio y en justicia” (Jer. 4:2), como Dios les había ordenado. Ellos no escucharon la advertencia que venía de Dios, sino que siguieron con sus vidas y prácticas religiosas como si todo estuviera bien entre ellos y Dios cuando, en realidad, casi nada estaba bien.
La profundidad de su engaño puede verse en Jeremías 7:4, cuando la gente obtenía un falso consuelo en las palabras ¡hekhal ywhw, hekhal yhwh, hekhal yhwh hemma! (“Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es éste”), como si tener el Templo fuera todo lo que necesitaban para asegurarse de que todo iba bien con ellos. Una cosa es saber que estás en una crisis; pero estar en una crisis y no saberlo es una situación aún peor.
Con todas las verdades maravillosas que se nos han dado como adventistas del séptimo día, ¿de qué manera podemos asegurarnos de no caer en un engaño similar creyendo que nuestro llamamiento singular, en sí mismo, es suficiente para salvarnos?