“Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hech. 4:13).

PENTECOSTÉS

lunes 22 febrero, 2016

Durante diez días los seguidores de Jesús oraron, evaluando sus experiencias con Jesús a la luz de las Escrituras, y mostrando humildad y aceptación mutuas; finalmente, permitieron que el Espíritu Santo impresionara la verdad en ellos. Así como el Espíritu se movía sobre el abismo al comienzo del proceso de la creación, el Espíritu de Dios se movía sobre los discípulos, apareciendo como lenguas de fuego sobre cada uno de ellos (Hech. 2:2, 3). Era un comienzo nuevo, una creación nueva.

Lee Hechos 2:5 al 12. ¿Cuál es la importancia de lo que sucedió, como lo revelan estos textos? Comparar con Gén. 11:1-9.

Algún tiempo después del Diluvio, los habitantes de la Tierra decidieron edificar una torre que llegara hasta el cielo (Gén. 11:1-9). Para impedirles esta empresa arrogante y necia (así como los nuevos males que habían estado diseñando, vers. 5, 6), Dios confundió la lengua común de ellos y los esparció “sobre la faz de toda la tierra” (vers. 7-9).

En Pentecostés, Dios hizo lo contrario. Aquí él podía ver a un grupo de personas listas para proclamar las buenas noticias de que un día el mal será eliminado para siempre. Personas “de todas las naciones bajo el cielo” (Hech. 2:5; comparar con la dispersión en la torre de Babel) se reunieron asombradas, pues cada una oía en su propio idioma lo que los discípulos decían (Hech. 2:6-11).

Pedro usó esto como una oportunidad para hablarles de un derramamiento del Espíritu Santo que prepararía a un pueblo para encontrarse con Dios (Hech. 2:17-21). Señaló la verdadera misión del Mesías y los reprendió por crucificarlo (vers. 23). Ellos “se sintieron profundamente conmovidos” (vers. 37, NVI), y tres mil personas fueron bautizadas y se unieron a los discípulos (vers. 41).

Algunos que, bajo la inspiración de Satanás, consintieron en la muerte de Jesús se convirtieron bajo la influencia del Espíritu Santo. ¿Qué nos dice esto del poder de Dios, no solo de perdonar el peor de los pecados, sino también de cambiar los corazones más duros?

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