“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4).

NO MÁS LÁGRIMAS

jueves 24 marzo, 2016

Lee Apocalipsis 21:3 al 5. ¿Qué significan las lágrimas?

Todos hemos experimentado lo que significa llorar. Estamos familiarizados con la acción de secar las lágrimas de los ojos de otros: una madre que consuela a su hijo, un amigo que consuela a un compañero, o un padre que consuela a otro en medio del dolor o la tragedia. Sin embargo, por lo general permitimos que solo unas pocas personas toquen nuestro rostro o nos abracen al consolarnos. Entonces, ¿qué puede significar que Dios nos toque el rostro si no es que tenemos un vínculo íntimo con nuestro Hacedor?

Es difícil imaginar un mundo sin muerte, tristeza o llanto. El dolor, las lágrimas y la muerte han sido la norma para la humanidad desde la Caída (Gén. 3:16-19). No obstante, Dios aseguró a la raza humana que el fracaso y las pérdidas no son lo único que podemos esperar. Dios, a lo largo de la historia, ha dicho que un día nos redimirá y nos bendecirá con su presencia.

Primero, la promesa de un Redentor (Gén. 3:15); luego, la seguridad de su presencia en un tabernáculo (Éxo. 25:8); más tarde, la realidad de la Palabra hecha carne y habitando (gr., “tabernaculizando”) entre nosotros (Juan 1:14); y finalmente, poniendo el Trono del universo entre nosotros (Apoc. 21:3).

Muchos versículos de la Biblia dan esta seguridad del Pacto, usando palabras tales como “seré su Dios”, “seréis mi pueblo” y “yo habitaré entre vosotros”. Un ejemplo es: “Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (2 Cor. 6:16).

Jesús vino la primera vez para neutralizar los efectos del Pacto quebrantado. Jeremías describió las consecuencias del Pacto quebrantado de este modo: “¿Por qué gritas a causa de tu quebrantamiento? Incurable es tu dolor, porque por la grandeza de tu iniquidad y por tus muchos pecados te he hecho esto” (Jer. 30:15). Gracias a Jesús, eso ahora ha quedado en el pasado. Apocalipsis 21:3 nos muestra la culminación de la historia. Tal vez las lágrimas las derramaremos sobre la aniquilación de los perdidos, pero Dios mismo las secará; y la tristeza y el sufrimiento habrán “pasado” para siempre.

Estos textos implican que, cuando estemos en el cielo, viviremos en verdadera intimidad con Dios. Sin embargo, no necesitamos esperar hasta entonces para tener esa relación con él. ¿Cómo puedes andar, ahora mismo, muy cerca del Señor?

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