HIJO DE DAVID
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Mateo 1; Marcos 12:35-37; Isaías 9:6, 7; Romanos 5:8; Juan 2:25; Jeremías 29:13; Mateo 2:1-14.
INSPIRADO POR EL ESPÍRITU SANTO, Mateo empezó su libro con una genealogía; pero no con cualquiera, sino con la de Jesucristo. Y comenzó no solo con una genealogía, sino con una que revela algunos antepasados que a la mayoría de la gente no le gustaría, necesariamente, tener entre los suyos.
Tal vez, como él mismo era casi un marginado, Mateo podía identificarse con tales antepasados. Él era un judío recolector de impuestos, que se había vendido a los enemigos y, realmente, le pagaba a Roma por la oportunidad de sentarse allí y cobrar impuestos a los judíos, su propio pueblo. Ciertamente, no habrá sido un hombre muy amado en su nación.
Los humanos pueden mirar la apariencia exterior, pero Dios ve el corazón. Y, no hay dudas –mirando el corazón de Mateo– de que el Señor lo eligió a él, un recolector de impuestos (publicano), para estar entre sus discípulos. Y cuando lo llamó, Mateo aceptó, renunciando a la vida que había tenido antes a cambio de una vida nueva en Jesús.
De este modo, Mateo siguió a su Señor, y guardó registros, para un día devolver algo a su pueblo y al mundo. Y no sería un recibo de impuestos, sino un informe precioso de la vida de Jesús.