“¡LEVÁNTATE Y ANDA!”
En la sección del lunes, notamos que Jesús dijo al centurión que no había encontrado a nadie en Israel con una fe tan grande. Sin embargo, durante esas mismas horas, en Israel, había un hombre que había llegado a un punto en el que su deseo de sanidad emocional era mayor que el de sanidad física.
Lee Mateo 9:1 al 8. Con respecto a la promesa del perdón, ¿qué gran esperanza debemos obtener de esto, más allá de cuáles hayan sido nuestros pecados o del daño que hicieron? Ver también Rom. 4:7; 1 Juan 1:9; 1 Juan 2:12.
Es fascinante que lo primero que trató Jesús, cuando le llevaron el paralítico ante él, fue la condición espiritual del hombre. Es que Jesús sabía exactamente cuál era el verdadero problema. A pesar del miserable estado físico del hombre, Cristo sabía que el problema más profundo era la culpa que sentía el hombre por haber llevado una vida muy pecaminosa. Por eso, conociendo el deseo de perdón, Jesús pronuncia las palabras más consoladoras para cualquiera que comprende la realidad y el costo del pecado: “Los pecados te son perdonados”.
Elena de White añade: “[...] no era tanto la curación física como el alivio de su carga de pecado lo que deseaba. Si podía ver a Jesús, y recibir la seguridad del perdón y de la paz con el Cielo, estaría contento de vivir o de morir, según fuese la voluntad de Dios” (DTG 233).
Un pastor adventista a menudo predicaba acerca de tener fe suficiente para no ser sanado. Esta es la mayor fe de todas: mirar no solo nuestras circunstancias físicas, sino también nuestras circunstancias eternas. Cuán a menudo nuestros pedidos en oración tienen que ver con nuestras necesidades físicas, cuando Dios se interesa en otra cosa. Sin embargo, en su Sermón del Monte, Jesús dijo que debemos buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia”. Por lo tanto, cuán vital es que, a pesar de nuestras necesidades físicas inmediatas, mantengamos ante nosotros las cosas eternas en un mundo donde tanto es solo temporal y pasajero.
Cualesquiera que sean nuestras luchas físicas, aun en el peor escenario siempre serán solo temporarias. ¿Por qué es vital que nunca olvidemos esta verdad?