“En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” (Mat. 18:1).

“PODEMOS”

jueves 26 de mayo, 2016

Para apreciar realmente la historia de hoy acerca de Santiago y Juan (y la madre de ellos) en Mateo 20:20 al 27, primero lee Lucas 9:51 al 56. Este evento ocurrió cuando Jesús y sus discípulos fueron primero a Jerusalén, pocos días antes de que Santiago y Juan preguntaran si podían sentarse a la derecha y a la izquierda de Jesús en el Reino.

Lee Mateo 20:20 al 27. ¿Qué nos dice Lucas 9:51 al 56 acerca de cuán listos estaban Santiago y Juan para sentarse a la derecha y a la izquierda de Jesús?

Santiago y Juan, los Hijos del Trueno, todavía estaban más preocupados por su propio futuro que por la salvación de los que los rodeaban, aun después de haber sido enviados a evangelizar a las regiones circundantes. En cierto modo, esta historia es parecida a lo que consideramos ayer, con la pregunta de Pedro acerca de lo que obtendrían por seguir a Jesús.

Considera la respuesta que dio Jesús: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?” (Mat. 20:22). En otras palabras, identificarse con la futura gloria de Jesús significaba, primero, identificarse con sus sufrimientos y su muerte, algo que ellos no habían previsto ni estaban listos para hacer. El hecho de que respondieran inmediatamente: “Podemos” (Mat. 20:22) muestra que no sabían de qué les estaba advirtiendo Jesús. Finalmente aprenderían.

Se presenta aquí un contraste interesante en el que debemos pensar nosotros mismos. Como vimos, se nos prometen cosas maravillosas, incluso la “vida eterna” (Mat. 19:29), si seguimos a Jesús. La Biblia también deja en claro que, en este mundo, seguir a Jesús tiene un costo, a veces muy grande. Jesús más tarde le dijo a Pedro que él moriría como mártir (ver Juan 21:18, 19). Muchos creyentes a lo largo de la historia, y aún hoy, han pagado un precio elevado por seguir a Jesús. De hecho, sería sabio preguntarnos qué anda mal en nuestra vida si no hemos pagado un precio alto por seguir al Señor. No obstante, cualquiera que sea el precio, es realmente bajo.

¿Qué te ha costado seguir a Cristo? Piensa con cuidado en las implicaciones de tu respuesta.