“En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” (Mat. 18:1).

ÍDOLOS DEL ALMA

martes 24 de mayo, 2016

Lee Mateo 19:16 al 30. Como cristianos del Nuevo Testamento, ¿de qué modo debemos relacionarnos hoy con esta historia? ¿Qué lecciones podemos obtener para nosotros mismos?

Aunque no se dice mucho acerca de este hombre, hay algunos puntos sobresalientes. Era un gobernante (ver Luc. 18:18), tenía riquezas y era un seguidor muy escrupuloso de la Ley de Dios. Vemos que él sintió que faltaba algo en su vida. Nos hace recordar un poco la historia de Martín Lutero; aunque era un monje piadoso, en su interior no estaba satisfecho con su vida espiritual y luchaba con la certeza de la salvación. En ambos casos, los hombres sentían, entre ellos y Dios, una gran brecha que no podían llenar con sus obras externas.

“Este príncipe tenía en alta estima su propia justicia. No suponía, en realidad, que fuese deficiente en algo, pero no estaba completamente satisfecho. Sentía la necesidad de algo que no poseía. ¿Podría Jesús bendecirlo como había bendecido a los niñitos y satisfacer la necesidad de su alma?” (DTG 477).

Algunas personas pueden alegar que, en esta historia, Jesús está enseñando que recibimos la vida eterna sobre la base de nuestras buenas obras. ¿No dice en Mateo 19:17: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”? Si este fuera el único texto sobre el tema, uno podría presentar su argumento aquí. Pero muchos otros textos, especialmente en los escritos de Pablo, enseñan que la Ley no nos salva sino que, más bien, señala nuestra necesidad de salvación (ver Rom. 3:28; Gál. 3:21, 22; Rom. 7:7). Sin embargo, Jesús quería guiar a este hombre para que viera su propia necesidad de algo más que lo que estaba haciendo. Después de todo, si el solo guardar la Ley pudiera salvarnos, entonces el joven ya habría sido salvo, puesto que era escrupuloso en guardarla. El evangelio necesita penetrar en el corazón, y los ídolos del alma y cualquier cosa que sea un obstáculo para nuestra relación con Dios deben desaparecer. En este caso, era el dinero. Jesús notó cuán difícil es que un rico pueda salvarse; y no obstante, poco después, Lucas registra una hermosa historia de exactamente ese evento (ver Luc. 19:1-10).

Si estuvieras en la posición del joven rico y le hicieras a Jesús la misma pregunta, ¿qué crees que te diría? Medita en las implicaciones de tu respuesta.