“¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos?” (Mat. 21:42).

JESÚS EN EL TEMPLO

lunes 30 de mayo, 2016

Desde el principio de la humanidad caída, Dios eligió sacrificios de animales como medio para enseñar al mundo la salvación por gracia por medio de la fe en el Mesías venidero (ver Rom. 4:13-16). Un buen ejemplo de esta verdad se encuentra en Génesis 4, la historia de Caín y Abel, y la tragedia que ocurrió en relación con el tema de la adoración, entre otras cosas (ver también Apoc. 14:7-12). Así, cuando Dios llamó a Israel como su pueblo escogido, “un reino de sacerdotes, y una nación santa” (Éxo. 19:6, NVI), también estableció el servicio del Santuario como una explicación más completa de la salvación. En el Tabernáculo del desierto, el Templo de Salomón y el Templo construido después del retorno de Babilonia, el evangelio se revelaba en los símbolos y los tipos del servicio del Santuario.

Sin embargo, los rituales del Templo eran realizados por seres humanos caídos, y la corrupción se hizo presente aun en el servicio sagrado que Dios había instituido para revelar su amor y su gracia a un mundo caído. En los tiempos de Jesús, las cosas se habían pervertido tanto por la codicia y la avaricia de los sacerdotes (a quienes se había confiado la administración de los servicios) que “se había destruido en gran medida a los ojos del pueblo la santidad del ritual de los sacrificios” (DTG 541).

Lee Mateo 21:12 al 17. ¿Qué lecciones hay aquí para nosotros, como adoradores de Dios?

Muchas veces Jesús citó la Escritura para justificar sus acciones, una evidencia más de que, como seguidores del Señor, la Biblia debe ser central en nuestra cosmovisión y nuestro sistema moral. Además de citar la Escritura, hizo curaciones milagrosas de ciegos y cojos, una evidencia más convincente de su naturaleza y vocación divinas. Cuán trágico es que aquellos que deberían haber sido los más sensibles y abiertos a todas estas evidencias fueron los que más lucharon contra él. Temiendo perder su propio tesoro y situación terrenal como “mayordomos” y “guardianes” del Templo, muchos perdieron precisamente lo que el servicio del Templo señalaba: la salvación en Jesús.

¿En qué forma podemos asegurarnos de que no estamos permitiendo que nuestros deseos de ganancias o de mantener cualquier cosa aquí, aun lo bueno, pongan en peligro la vida eterna en Jesús?