“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo” (Isa. 6:1).

TERRIBLE APELACIÓN (ISA. 6:9-13)

jueves 07 enero, 2021

TERRIBLE APELACIÓN (ISA. 6:9-13)

Cuando Dios volvió a enviar a Isaías, ¿por qué le dio al profeta un mensaje tan extraño para llevar a su pueblo (Isa. 6:9, 10)?

Dios no quiere que ninguno perezca (2 Ped. 3:9), lo que explica por qué envió a Isaías al pueblo de Judá, y a Jesús al mundo entero. El deseo de Dios no es destruir sino salvar eternamente. Pero, si bien algunos responden positivamente a sus llamados, otros se vuelven más obstinados en su resistencia. No obstante, Dios sigue llamándolos para darles más oportunidades de arrepentimiento. Sin embargo, cuanto más resisten, más se endurecen. Entonces, en ese sentido, lo que Dios hace por ellos genera el endurecimiento de su corazón, a pesar de que él preferiría que estos esfuerzos los sensibilizaran. El amor de Dios hacia nosotros es inmutable; nuestra respuesta individual a su amor es la variable decisiva.

Dios dijo a Ezequiel: “Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero al menos sabrán que entre ellos hay un profeta” (Eze. 2:5, NVI). El papel de Dios y el de sus siervos es dar a las personas la opción de elegir, para que tengan una advertencia adecuada (comparar con Eze. 3:16–21), aunque terminen eligiendo la destrucción y el exilio (Isa. 6:11–13).

Con estas ideas en mente, ¿cómo entendemos la función de Dios en el endurecimiento del corazón de Faraón?

En Éxodo 4:21, Dios dice: “Pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo”. Esta es la primera de nueve veces en que Dios dijo que endurecería el corazón de Faraón. Pero también hubo nueve veces en que Faraón endureció su propio corazón (p. ej., ver Éxo. 8:15, 32; 9:34).

Evidentemente, el faraón poseía algún tipo de libre albedrío, o no habría podido endurecer su corazón. Pero el hecho de que Dios también “endureciera” el corazón de Faraón indica que puso en marcha las circunstancias ante las cuales Faraón reaccionó cuando tomó sus decisiones, las decisiones de rechazar las señales que Dios le había dado. Si Faraón hubiera estado abierto a esas señales, su corazón se habría sensibilizado, no endurecido.

En tu experiencia con el Señor, ¿alguna vez has sentido que tu corazón se endureció a la voz del Espíritu Santo? Piensa en lo que lo causó. Si no consideraste que ese concepto era aterrador entonces (después de todo, eso forma parte de lo que implica tener un corazón duro), ¿cómo lo ves ahora? ¿Cuál es la vía de escape? Ver 1 Corintios 10:13.

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