“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo” (Isa. 6:1).
NUEVA PERSONALIDAD (ISA. 6:5–7)
En el Santuario/Templo, solo el sumo sacerdote podía acercarse a la presencia de Dios en el Lugar Santísimo el Día de la Expiación, y con una cortina de humo protectora de incienso, o moriría (Lev. 16:2, 12, 13). ¡Isaías vio al Señor, aunque él no era el sumo sacerdote, y no estaba quemando incienso! El Templo se llenó de humo (Isa. 6:4), que nos recuerda la nube en la que aparecía la gloria de Dios en el Día de la Expiación (Lev. 16:2). Asombrado y pensando que había llegado su fin (comparar con Éxo. 33:20; Juec. 6:22, 23), Isaías clamó reconociendo su pecado y el pecado de su pueblo (Isa. 6:5), que nos recuerda la confesión del sumo sacerdote en el Día de la Expiación (Lev. 16:21).
“Estando, por así decirlo, en plena luz de la divina presencia en el Santuario interior, comprendió que si se lo abandonaba a su propia imperfección y deficiencia se vería por completo incapaz de cumplir la misión a la cual había sido llamado” (PR 228, 229).
¿Por qué el serafín usó un carbón encendido, o ardiente, del altar para limpiar los labios de Isaías? Isaías 6:6, 7.
El serafín explicó que al tocar los labios del profeta su culpa y su pecado le fueron quitados (Isa. 6:7). El pecado no se especifica, pero no tiene por qué limitarse a un lenguaje incorrecto, porque los labios representan no solo lo que se dice sino también a toda la persona que lo pronuncia. Luego de recibir la purificación moral, Isaías ahora podía ofrecer una alabanza pura a Dios.
El fuego es un agente de purificación, porque quema la impureza (ver Núm. 31:23). Pero el serafín usó un carbón del fuego especial y sagrado del altar, que Dios mismo había encendido y que ardía perpetuamente allí (Lev. 6:12). Por lo tanto, el serafín santificó y purificó a Isaías. Además, en la adoración del Santuario o Templo, la razón principal para tomar un carbón del altar era encender el incienso. Compara con Levítico 16:12 y 13, donde el sumo sacerdote debe tomar un incensario lleno de carbones del altar y usarlo para encender incienso. Pero en Isaías 6, el serafín aplica el carbón a Isaías, no al incienso. Mientras que Uzías quería ofrecer incienso, ¡Isaías se volvió como incienso! Así como el fuego santo enciende el incienso para llenar la casa de Dios con santa fragancia, así también enciende al profeta para difundir un mensaje santo. No es casualidad que en los siguientes versículos de Isaías 6 (6:8 y siguientes) Dios envíe a Isaías a su pueblo.
Lee con oración la respuesta de Isaías (Isa. 6:5) a la visión de Dios. ¿Vemos en ella una expresión del problema básico, el de un pueblo pecador que existe en un Universo creado por un Dios “santo, santo, santo” (6:3)? ¿Por qué Cristo en la Cruz era la única respuesta posible a este problema? ¿Qué pasó en la Cruz que resolvió este problema?