“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isa. 9:6).

“ME HAS CONSOLADO” (ISA. 12:1–6)

jueves 28 de enero, 2021

Isaías 12 es un corto salmo (canto) de alabanza a Dios por su consuelo misericordioso y poderoso. El salmo, en boca de un miembro del remanente restaurado, compara la liberación prometida con la de los hebreos en el Éxodo de Egipto (ver Isa. 11:16); es como el cántico de Moisés y los israelitas cuando fueron salvados del ejército de Faraón en el Mar Rojo (ver Éxo. 15).

Compara este canto de Isaías 12 con Apocalipsis 15:2 al 4; y el cántico de Moisés y del Cordero. ¿Por qué ambos alaban a Dios?

Isaías 12:2 está a un paso de identificar al Libertador venidero como Jesús. Dice que “Dios es salvación mía” y “ha sido salvación para mí”. El nombre Jesús significa “el Señor es salvación” (comparar con Mat. 1:21).

¿Cuál es la relevancia de la idea que contiene el nombre de Jesús, de que el Señor es salvación?

El Señor no solo hace salvación (Isa. 12:2); él mismo es salvación. La presencia del Santo de Israel en nuestro medio (Isa. 12:6) lo es todo para nosotros. ¡Dios está con nosotros! Jesús no solo hizo milagros; “se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:14, énfasis añadido). No solo llevó nuestros pecados en la Cruz; se hizo pecado por nosotros (2 Cor. 5:21). No solo hace la paz; él es nuestra paz (Efe. 2:14).

No es de extrañar que “la raíz de Isaí se levantará como una señal para los pueblos” (Isa. 11:10, PDT). Cuando es levantado en la Cruz, ¡atrae a todos hacia sí mismo (Juan 12:32, 33)! ¡Un remanente volverá al “Dios fuerte” (Isa. 10:21,), que es el Niño que nos ha nacido, el “Príncipe de Paz” (9:6)!

Reflexiona sobre esta idea de que Jesús es nuestra salvación. Lee Romanos 3:24. Dice que la redención es en Jesús; la redención es algo que sucedió en él, y es a través de la gracia y la misericordia de Dios que también podemos tener una participación eterna en esa redención. En otras palabras, esa redención que estaba en él puede llegar a ser nuestra por la fe, y no por las obras, porque ninguna obra que hagamos es suficientemente buena como para redimirnos. Solo las obras que hizo Cristo, que nos acredita por fe, pueden producir la redención. Esta verdad ¿en qué medida te da esperanza y seguridad de salvación, especialmente cuando te sientes abrumado por tu propia sensación de indignidad?