“He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isa. 25:9).
CAÍDA DEL “REY” ENCUMBRADO (ISA. 14)
En respuesta a la caída de Babilonia (Isa. 13), que libera al pueblo de Dios (14:1–3), Isaías 14:4 al 23 pronuncia una ironía figurada (ver además Miq. 2:4; Hab. 2:6) contra el rey de Babilonia. Esta es poética; no pretende ser literal, obviamente, ya que retrata a reyes muertos que reciben a su nuevo colega en el reino de la muerte (Isa. 14:9, 10), donde los gusanos y las larvas son su cama (Isa. 14:11). Esta es simplemente la forma dramática del Señor de decir al rey altivo que será humillado, como otros orgullosos monarcas antes que él; ¡no es un comentario sobre el estado de los muertos!
¿Cómo podría Isaías 14:12 al 14 aplicarse a un rey de Babilonia?
Los reyes de Babilonia no sufrían de falta de estima propia (Dan. 4, 5). Pero aspirar a ser “semejante al Altísimo” (Isa. 14:14) estaría por encima incluso del ego más inflado. Si bien los reyes afirmaban tener fuertes vínculos con los dioses, estaban subordinados a ellos. Esto se demostraba en forma dramática cada año en el quinto día del Festival Babilónico de Año Nuevo, en el que el rey tenía que quitarse sus insignias reales antes de acercarse a la estatua de Marduk para que su realeza pudiera reafirmarse. La idea de desplazar incluso a un dios menor se hubiese considerado una locura o un suicidio.
Al igual que en Isaías 14, Ezequiel 28 identifica la arrogancia contra el Cielo con el gobernante de una ciudad. Aquí también, la descripción va más allá de la de un monarca terrenal, y el punto de mira de Dios se enfoca con mayor nitidez: el orgulloso potentado estuvo en el Jardín del Edén, un querubín ungido, protector del santo monte de Dios, perfecto desde el día que fue creado hasta que se halló pecado en él, expulsado por Dios, y quien finalmente será destruido con fuego (Eze. 28:12-18). Si se los aplica a cualquier ser humano, los términos específicos de esta retórica son tan figurados que no tienen sentido. Pero Apocalipsis 12:7 al 9 habla de un ser poderoso que fue expulsado del cielo junto con sus ángeles: “Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apoc. 12:9), el que engañó a Eva en el Edén (Gén. 3).
Satanás tiene una imaginación orgullosa: “Dijiste: Yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado en medio de los mares (siendo tú hombre y no Dios)” (Eze. 28:2). Su muerte demostrará que no es un dios. A diferencia de Cristo, Satanás perecerá en medio de un mar de fuego (Apoc. 20:10), para nunca más atormentar al Universo.
Compara Isaías 14:13 y 14 con Mateo 11:29, Juan 13:5 y Filipenses 2:5 al 8. ¿Qué nos dice este contraste sobre el carácter de Dios, en oposición al carácter de Satanás? ¿Qué nos dice este contraste acerca de cómo el Señor ve el orgullo y la arrogancia?