“He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones” (Isa. 42:1).
UNA NACIÓN DE SIERVOS (ISA. 41)
En Isaías 41:8, Dios habla de “Israel, siervo mío”, y en 42:1 presenta a “mi siervo”. ¿Quién es este siervo?
¿Es Israel/Jacob, el antepasado de los israelitas? ¿La nación de Israel? ¿El Mesías/Cristo, identificado en el Nuevo Testamento como Jesús?
Hay dos tipos de referencias a los siervos de Dios entretejidas a lo largo de Isaías 41 al 53. Un siervo se llama “Israel”, o “Jacob”, como en Isaías 41:8; 44:1, 2 y 21; 45:4; y 48:20. Debido a que Dios se dirige a Israel/Jacob en tiempo presente, está claro que él, Jacob, representa a la nación que desciende de él. Esto lo confirma el hecho de que la redención de “Jacob su siervo” se lleva a cabo en el momento en que debe salir de Babilonia (Isa. 48:20).
En otros casos, como Isaías 42:1; 50:10; 52:13; y 53:11, el siervo de Dios no se menciona. Cuando se lo menciona por primera vez en Isaías 42:1, su identidad no es evidente de inmediato. Sin embargo, a medida que Isaías desarrolla su perfil en pasajes posteriores, queda claro que es alguien que restituye las tribus de Jacob (Israel) a Dios (Isa. 49:5, 6) y muere en sacrificio en favor de los pecadores (Isa. 52: 13–53:12; ver además Isa. 49:5, 6). Por lo tanto, no puede ser el mismo que la nación. Entonces, es evidente que Isaías habla de dos siervos de Dios. Uno es colectivo (la nación) y el otro es individual.
¿Cuál es el papel de la nación como sierva? Isaías 41:8-20.
Dios le asegura a Israel que la nación continúa siendo la sierva del Señor: “Te escogí, y no te deseché” (Isa. 41:9). Entonces, Dios da a Israel una de las promesas más formidables de la Biblia: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10). En este y en los versículos siguientes, uno de los roles básicos de Israel es confiar en que el Dios verdadero lo salvará (como no confió el rey Acaz), en vez de confiar en otros dioses y sus imágenes como lo hacen otras naciones (Isa. 41:7, 21-24, 28, 29).
Fíjate que en Isaías 41:14 el Señor dice que la nación es un gusano. ¿Qué quiso decir? Lee el texto completo para obtener una mejor respuesta. ¿Qué debería enseñarnos esto también sobre nuestra necesidad de depender totalmente del Señor?